BALANCE ENERGÉTICO: UNA FALACIA DE MODA

Balance energético, una falacia de moda
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Cuando se trata de combatir el sobrepeso o la obesidad, esto es, la acumulación excesiva de grasa corporal, la inmensa mayoría de las personas recurren a la manoseada teoría del balance energético o equilibrio energético.

La teoría del balance energético pretende aplicar la ley de la termodinámica al sistema viviente humano. Sin embargo, aunque la ley termodinámica es un principio físico universal, su aplicación al ser humano presenta serias dificultades.

Según afirman convencidos los eruditos, un balance energético positivo o superávit calórico nos engorda. Y al revés, el único modo de perder kilos es consiguiendo un balance energético negativo o déficit calórico.

Reconocemos que dichas declaraciones parecen absolutamente lógicas, ¿no es cierto? Sin embargo, cuando se trata de aplicarlas aparecen contradicciones. Además, ocurren ciertos fenómenos «extraños», que las hacen muy poco efectivas. En este post, y en otros futuros, vamos a cuestionar la práctica del balance energético.

LA  FÓRMULA DEL BALANCE ENERGÉTICO

La fórmula del balance energético aplicada al ser humano se esquematiza así:

BALANCE ENERGÉTICO = INGRESOS – GASTOS

O expresado de otro modo:

INGRESOS (Dieta) = GASTOS (TMB+Digestión+Actividad)

En la parte izquierda o primer miembro de la fórmula encontramos los ingresos, que vienen determinados por la energía (medida en Kcal) proveniente de los alimentos ingeridos.

En la parte derecha (o segundo miembro), tenemos los gastos, esto es, la energía total gastada por una persona. El gasto total resulta de sumar:

  • La Tasa Metabólica Basal, que es la energía que gasta nuestro organismo en reposo para mantener sus funciones vitales.
  • El Gasto térmico de los alimentos es el consumo energético que trae consigo la digestión, absorción y asimilación de los alimentos.
  • El Gasto térmico de la actividad física no requiere más explicación.

LA RECETA MAGISTRAL: BALANCE ENERGÉTICO NEGATIVO 

De la fórmula se desprenden tres situaciones:

  • Balance energético neutro. Ocurre cuando los ingresos son equivalentes a los gastos. En este caso, el peso permanece estable.
  • Cuando los ingresos superan a los gastos, nos encontramos ante un balance energético positivo o superávit calórico. El resultado es una ganancia de peso por acumulación de grasa. . 
  • Balance energético negativo o déficit calórico. Sucede cuando los gastos son mayores que los ingresos. En este caso, se pierde peso. 
Balance energético

Situaciones que prevé la teoría del balance energético. Fuente: Nutrición a lo bestia

Por tanto, según la fórmula maravillosa, la solución a la obesidad es muy simple: conseguir un balance energético negativo. O lo que es lo mismo:

Los gastos deben superar a los ingresos.

Y ¿cómo se consigue ese balance energético negativo? Como sobre la TMB y el gasto térmico de los alimentos no se puede incidir directamente, los eruditos barajan tres opciones:

  • Reducir la ingesta calórica.
  • O bien, incrementar la actividad física.
  • O ambas propuestas al mismo tiempo: reducir ingesta y aumentar actividad.

En definitiva, según la fórmula magistral y traducido al argot popular, la solución a la epidemia de obesidad consistiría en.

Comer menos y moverse más. 

PERO… NO SOMOS UNA MÁQUINA TAN SIMPLE

Como demostraremos más adelante, de magistral tiene poco la aplicación de la fórmula del balance energético.

El cuerpo humano no es un sistema simple, cerrado y determinista, sino un sistema complejo, abierto y adaptativo. La no-linealidad, flexibilidad, capacidad de autorregulación y autoorganización que caracterizan a estos sistemas, los convierten en altamente impredecibles.

El ser humano constituye un sistema adaptativo, gracias a la materia, energía e información que intercambia constantemente con el exterior. Y dado lo impredecible del sistema complejo humano, con frecuencia nos sorprendemos ante sus respuestas adaptativas. ¡Cosas que tienen los sistemas complejos! 

De ningún modo es nuestra intención negar absolutamente la teoría del balance energético. De hecho, si durante un largo plazo no ingresamos la suficiente energía y/o hacemos un gasto excesivo, acabaremos convirtiéndonos en un saco de piel relleno de huesos. En ningún caso las impredecibles adaptaciones que el organismo ponga en marcha podrán variar el resultado final.

Balance energético negativo a largo plazo: Estragos de la anorexia

Balance energético negativo a largo plazo: Estragos de la anorexia.

Lo que pretendemos demostrar, en éste y en futuros post, es que la teoría del balance energético no es suficiente para una pérdida de peso sana y sostenible. Resulta muy poco efectiva cualquier estrategia para tratar la obesidad que se fundamente, sin más consideraciones, exclusivamente en ella.

LA DEMOSTRACIÓN: EL BALANCE ENERGÉTICO FALLA

Para evidenciar la ineficacia de la teoría del balance energético en el tratamiento de la obesidad, debemos examinar ambas partes de la fórmula. Tanto la parte de los ingresos como la de los gastos. Como el post se haría interminable (y ya ha habido quien se ha quejado de la extensión de nuestros artículos), vamos a prestar atención exclusivamente a la parte derecha de la fórmula. En un futuro analizaremos la parte izquierda. 

En esta ocasión, trataremos de probar si un incremento de la actividad física se traduce en un aumento del gasto energético, tal como predice la teoría del balance energético. Estamos convencidos de que se sorprenderá ante el extraño fenómeno que le vamos a presentar: una de las respuestas adaptativas del organismo humano, a priori impredecible. 

CAZADORES-RECOLECTORES Y AGRICULTORES DE SUBSISTENCIA

Diferentes estudios han demostrado que los cazadores-recolectores y agricultores de subsistencia del presente etnográfico despliegan elevados niveles de actividad física a lo largo de sus vidas.

Algunas investigaciones indican que los cazadores-recolectores de África del Sur y Paraguay caminan y llevan cabo otras actividades durante 6-9 horas diarias. Los Tsiname y otras pequeñas poblaciones presentan tasas elevadas de actividad de intensidad baja y moderada.

Otros estudios han informado que los hombres cazadores-recolectores Hadza caminan diariamente entre 12 y 14 km, y las mujeres, de 6 a 10 km. ¡Ah! Y mantienen esa actividad hasta edades avanzadas. Además de caminar, realizan actividad física moderada y vigorosa durante más de dos horas semanales. Es decir, bastante más que la mayoría de personas en Europa y Estados Unidos.

Y corren poco. Aunque existen sociedades que corren tras sus presas hasta agotarlas y darles caza, no resulta una estrategia habitual. La carrera es muy rara entre los cazadores-recolectores y agricultores de subsistencia del presente.

Por último, resulta cuando menos curioso que tanta actividad física no venga acompañada de más tiempo de sueño. Se ha demostrado que los tiempos de descanso de estas gentes, a pesar de la inexistencia de luz artificial, es similar a los de las personas de poblaciones industrializadas. 

Cazador-recolector Hadza

MÁS ACTIVIDAD FÍSICA PARECE SER IGUAL A MENOR PREVALENCIA DE OBESIDAD

Como cabría esperar, según la maravillosa fórmula del balance energético, las poblaciones con altos niveles de actividad física tienen cuerpos esculpidos y con poca grasa corporal. Entre los Hadza, por ejemplo, la prevalencia de sobrepeso, usando el criterio del Indice de Masa Corporal (IMC), es menor al 2%. Los Tsiname, en cambio, tienen tasas mayores, a pesar de que su porcentaje de grasa corporal es reducido. Esto se debe a un mayor porcentaje de masa magra (músculo).

Hasta aquí todo apunta a que la fórmula maravillosa es absolutamente cierta. La elevada tasa de actividad física de los cazadores-recolectores y agricultores de subsistencia supondría un gasto energético total incrementado. Y aumentar el gasto es una de las opciones propuestas por la erudición científica para perder peso, ¿no es cierto?

PERO… ¿MÁS ACTIVIDAD FÍSICA ES IGUAL A MAYOR GASTO ENERGÉTICO?

Y ahora viene la gran sorpresa. Una de esas sorpresas que nos ofrecen los sistemas complejos. Y como tal, el ser humano no deja de sorprendernos.

Los estudios han concluido que, a pesar de los elevados niveles de actividad física de estas gentes de economía preindustrial, el gasto total de energía no es necesariamente elevado, si lo comparamos con el de las personas de sociedades industrializadas. En otras palabras, un cazador-recolector Hadza camina durante 10 horas al día y gasta tanta energía como el occidental europeo que realiza muchísima menos actividad física ¡¡¡¡¡Sorpresa!!!!!

Gasto energético y actividad física

Actividad física moderada y vigorosa (MVPA), gasto total de energía (TEE), gasto de energía por actividad (AEE) y nivel de actividad física (PAL) para las poblaciones de Hadza, Tsimane y otras siete industrializadas.

Pero, ¿cómo puede ser posible que tanta actividad física no se traduzca en un gasto total de energía aumentado? Los investigadores han sugerido que el metabolismo humano se ajusta a la actividad física con el objeto de mantener el gasto energético dentro de unos márgenes fisiológicos bastante estrechos. Somos capaces de adaptarnos a la elevada actividad física habitual reduciendo la energía que asignamos a otras actividades fisiológicas. Estas observaciones e hipótesis han sido comprobadas en otros estudios controlados tanto en modelo animal como en humanos. Así que no se trata de una observación aislada y puntual, sino de un hecho constatado y una teoría férrea.

CONCLUSIONES

Nosotros extraemos varias conclusiones de estos estudios.

PRIMERA CONCLUSIÓN: MEJOR UNA VISIÓN HOLÍSTICA

Resulta evidente que algo no funciona cuando se aplica la fórmula del balance energético. Veamos el razonamiento lógico.  

  • Premisa 1. Uno de los requisitos indispensables para perder peso es el incremento del gasto energético total.
  • Premisa 2. La actividad física es la estrategia prescrita a tal efecto.
  • Premisa 3. La actividad física no aumenta el gasto energético total.
  • Premisa 4. La actividad física regular se asocia con tasas reducidas de obesidad.
  • Conclusión. El mayor gasto energético no puede ser responsable de la baja prevalencia de obesidad entre las personas activas físicamente.

Si quienes realizan actividad física habitual se mantienen delgados, pero la actividad regular no incrementa el gasto energético total, debe/n existir otro/os factor/es, más allá del balance energético, por el/los que esta personas mantienen el peso bajo control.

Y es que existe un problema metodológico de base. Cuando se analizan las partes constituyentes del sistema humano por separado, se extraen conclusiones muchas veces erróneas, que llegan a convertirse en dogmas inamovibles. Tal es el caso de la teoría del balance energético y la obesidad. Si enfocamos nuestra atención en los sistemas energéticos celulares, sin ninguna otra consideración, llegamos a la conclusión de que todo se reduce a la relación entre gastos e ingresos. Pero no parece ser tan sencillo. 

SEGUNDA CONCLUSIÓN: FLEXIBILIDAD ADAPTATIVA

El hecho de que el organismo humano no dispare el gasto energético total en respuesta a incrementos de la actividad física tiene una lógica evolutiva aplastante. Hace cientos de miles de años conseguir y elaborar el alimento no era cuestión baladí. No resultaba tan sencillo como desplazarse en coche al super, coger de las estanterías los alimentos deseados y perder 40 minutos en su preparación (en el caso de los procesados precocinados, ni eso, con 10 minutos está el alimento listo para comer).

Tanto la caza como la recolección tienen sus inconvenientes. La recolección parece sencilla, porque las plantas son seres inmóviles. Sin embargo, la disponibilidad del alimento vegetal en muy variable, su gran dispersión por el territorio, y su reducido valor energético lo convierten en un recurso de difícil obtención. La caza, aunque puede proveer de alimento densamente energético (la deseada carne con grasa), presenta muchos riesgos. Los animales son astutos y con mucha frecuencia los cazadores vuelven a casa con las manos vacías después de una larga jornada de caza.

Tanto en la recolección como en la caza debe desplegarse una actividad física elevada. Hay que reconocer el terreno, buscar, vigilar, moverse a pie durante largas distancias, correr, saltar… Y después proceder a la laboriosa y cansina elaboración del alimento. Por tanto, si no hubiéramos contado con un metabolismo flexible, adaptable y ahorrador, el elevado gasto energético habría puesto en juego nuestra supervivencia.

Cazadores-recolectores industrializados

Cazadores-recolectores industrializados.

ÚLTIMA CONCLUSIÓN: EL BALANCE ENERGÉTICO NO ES SUFICIENTE.

La obesidad no se trata de un problema, trastorno o enfermedad (según quien lo mire) cuyo tratamiento pueda basarse exclusivamente en el balance energético negativo. Si se recomienda aumentar la actividad física y, como sucede en las poblaciones cazadoras-recolectoras, no se consigue incrementar el gasto total de energía, la pérdida de peso no se producirá. Y esto lo saben perfectamente muchos obesos que han tratado de aplicar sin éxito permanente la teoría del balance energético. También son conscientes de que cuando no se logra la pérdida sostenida esperada por el profesional prescriptor del balance energético, se les culpabiliza. Se les atribuye falta de disciplina por no ser capaces de comer poco y moverse más. 

Creemos que la obesidad es un trastorno complejo en cuyo origen se hallan involucrados diversos factores, que iremos desvelando en futuros post.

REFERENCIAS CIENTÍFICAS

Gasto energético y actividad física en cazadores-recolectores Hadza.

La reducción de la actividad física y su papel menor en el desarrollo de la obesidad.  

Gasto total de energía restringido y la biología evolutiva del balance energético.

P´REZ&MÜLLER

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