LA ALIMENTACIÓN  DEL HOMO SAPIENS EN EL PALEOLÍTICO

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A la luz de los nuevos descubrimientos, los defensores de la célebre dieta paleolítica deberían replantearse sus postulados. Los recientes hallazgos entran en conflicto directo con la idea arraigada de que el Homo sapiens era esencialmente carnívoro. La alimentación del Homo sapiens en el Paleolítico fue más amplia y variada de lo que hasta el momento se pensaba. 

Los paleodietistas no tienen en cuenta, a la hora de formular su receta, que el Paleolítico duró más de dos millones de años y que el ser humano habitó entornos ecológicos muy dispares. Como exponemos a continuación, durante ese largo periodo de tiempo y a lo largo y ancho del planeta, la alimentación humana varió en función de las condiciones medioambientales y, más adelante, de la densidad de población. Exactamente igual que sucede en las sociedades cazadoras-recolectoras modernas, analogía viviente de las paleolíticas. Léase La dieta paleolítica: el mito de los cazadores recolectores.

ORIGEN DEL HOMO SAPIENS

Según la teoría aceptada, el rastro del hombre sabio aparece por primera vez en África Oriental hace más de 200000 años. Es decir, al final del Paleolítico Inferior. Se trataría de un descendiente, con una morfología completamente moderna, de los hombres erectos que escogieron quedarse en los más benignos ecosistemas africanos, en lugar de aventurarse en las inhóspitas tierras euroasiáticas de la época glacial.

A pesar del ansia aventurera de los hombres sabios, durante más de 100000 años permanecieron al amparo de los clementes entornos africanos. Conviene subrayar que a finales del Paleolítico Inferior las tierras europeas y asiáticas sufrían los rigores del clima glacial. Era tan gélido, cambiante, estacional y árido que hacía la vida de cualquier especie muy difícil. El manto de hielo y las tundras se adentraban hacia el sur, buena parte de Eurasia estaba cubierta por bosques de coníferas, vastas estepas y praderas. En definitiva, el hombre sabio prefirió quedarse en África durante un tiempo.

La sabana, lugar de nacimiento del Homo Sapiens

Paisajes que vieron nacer al Homo Sapiens

ALIMENTACIÓN DEL HOMO SAPIENS EN EL PALEOLÍTICO INFERIOR

En el hogar africano sobrevivió el Homo sapiens durante cientos de miles de años del mismo modo que lo hiciera antes que él el Homo erectus. Léase La alimentación del homo erectus.

Estaba organizado en bandas móviles de pequeño tamaño, cazadoras-recolectoras y con una tecnología lítica no mucho más avanzada. Usaba y controlaba el fuego a su antojo.

A finales del Paleolítico Inferior, en plena época glacial, los ecosistemas africanos propiciaron que los hombres sabios tuviesen una dieta más variada que sus congéneres euroasiáticos: erecto, heidelberg y neandertal.

Se alimentaron de carne, grasa, probablemente de insectos, larvas y de una proporción importante de productos procedentes de fuentes vegetales. Los vegetales cobraron una gran importancia, mayor en los hábitats africanos menos estacionales. En los periodos más cálidos, el hombre sabio explotaría todo tipo de vegetales sabrosos y deseables como las frutas, frutos secos, hojas, brotes, bayas. Durante las estaciones frías, debieron conformarse con las raíces, tubérculos, rizomas, los cuales procesarían con fuego para hacerlos más digeribles.

En cualquier caso, la actividad cinegética tendría un peso considerable en la dieta: animales pequeños y grandes serían presa de nuestros antepasados sabios. Mayor importancia alcanzó la caza hacia finales del Paleolítico Inferior como resultado de las sequías que caracterizaron el clima africano.

El fuego acompañó al Homo sapiens desde su origen africano

El fuego acompañaría al Homo sapiens desde su origen africano y fue su inseparable amigo allá donde estuviera.

ALIMENTACIÓN DEL HOMO SAPIENS EN EL PALEOLÍTICO MEDIO

Cuando hace unos 125000 años dio comienzo el Paleolítico Medio, coincidiendo aproximadamente con el inicio de la última glaciación (o Edad de Hielo), ya venían sucediéndose en África una serie de sequías de colosal envergadura. No es difícil comprender que los alimentos de origen vegetal comenzaron a escasear, al menos los deseables frutos y bayas. 

En este contexto ecológico la caza adquirió relevancia en la alimentación del Homo sapiens en el Paleolítico Medio africano. La recolección, en cambio, sufrió un debilitamiento, como consecuencia de la inestabilidad climática y el enfriamiento global de la glaciación.

LA EXPANSIÓN DEL HOMBRE SABIO

Tal vez la presión ecológica fue el motivo que despertó la naturaleza aventurera de sabio. Este factor espoleó su expansión más allá de las fronteras africanas. Se lanzaron a la conquista de hasta el más recóndito rincón del planeta, a pesar de la rigurosa climatología que les esperaba en el continente euroasiático inmerso en plena glaciación. 

La distribución mundial de sabio fue mucho mayor que la de erecto. En primer lugar, se internaron -en fecha aún incierta- en Asia hasta alcanzar el extremo más oriental de China y Siberia. La creencia comúnmente aceptaba establece la salida de África de sabio en torno a hace unos 50000 años, aunque hallazgos recientes retrasan esa fecha unos 50000 años, por lo que sabio habría dado el salto a oriente próximo hace unos 100000 años.

Expansión del Homo Sapiens

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Hace 60000 años abandona Asia a través de la península Indochina y se adentra en Australia. La toma de Europa se retrasó un poco, tal vez porque los entornos ecológicos de Asia eran menos estacionales o porque Europa era el bastión fuerte del hombre de Neandertal. De ahí que no sea hasta hace 45000 años que el hombre sabio entró en el continente europeo. Un poco más tarde, aunque no se conoce la fecha con exactitud, atraviesan el helado estrecho de Bering camino de América.

LA ALIMENTACIÓN DEL HOMO SAPIENS FUERA DE ÁFRICA

Una vez fuera de África, aún en el Paleolítico Medio, y como consecuencia del clima riguroso de la glaciación, la dieta redujo su eclecticismo. Es decir, se hizo menos variada y, en general, los vegetales perdieron terreno en favor de la carne

Las vastas estepas de las latitudes medias, tanto en Europa como en Asia, bullían de vida animal. Grandes manadas de mamíferos, como mamuts, bisontes, caballos, uros, etc., pastaban por doquier. En ese entorno, donde los vegetales escaseaban, el hombre sabio equipado con sus novedosos artilugios de caza desplegó toda su habilidad cazadora para alimentarse.

Sabio desarrolló tecnologías más efectivas para la caza, lo cual permitió la optimización de la misma. Cabe destacar las armas arrojadizas (lanzas, venablos y azagayas) y las puntas de proyectiles. 

Fauna de la Edad de Hielo

La importancia dietética de los vegetales se mantuvo, hasta cierto punto, en la costa mediterránea, donde el clima era más indulgente. Ni que decir tiene que en plena glaciación, echarse un bocado vegetal a la boca más al norte de las latitudes medias resultaba un ejercicio malabar. 

La hipótesis de que la carne estuvo presente en proporciones importantes en la dieta es apoyada por los resultados de los análisis isotópicos. Los isótopos estables del carbono y del nitrógeno apuntan hacia una alimentación con abundantes productos de origen animal.

ALIMENTACIÓN DEL HOMO SAPIENS EN EL PALEOLÍTICO SUPERIOR

El Paleolítico Superior comenzó hace 40000 años y finalizó hace 12000 años, coincidiendo con el término de la última glaciación. A la sazón, el paisaje euroasiático, donde ya habitaba el hombre sabio, era igual que había sido desde finales del Paleolítico Medio: vastas praderas y estepas en latitudes medias donde pastaban grandes manadas de herbívoros ungulados. Más a norte, tundra y hielo. 

No cabe duda de que la carne de caza estuvo presente en los platos de nuestros antepasados del Paleolítico Superior. Y creemos que en abundancia. Prueba de la importancia de la economía cazadora y el gusto por la carne son el desarrollo de nuevas tecnologías de caza (propulsor) y las pinturas rupestres que abundan en las cuevas europeas.

Pinturas rupestres. La alimentación del homo sapiens en el Paleolítico

Tanto más importante fue el papel de la caza, cuanto más al norte se situaba el hábitat del Homo sapiens. No obstante, en latitudes medias, y más aún en las bajas, la recolección jugó un papel de primer orden. El riesgo asociado a la caza, es decir, la alta probabilidad de volver al hogar con las manos vacías, hizo que el cazador humano no prescindiera de recursos alimenticios de alto valor. Las raíces, bulbos y otros alimentos vegetales (como veremos más adelante) formaron parte de su dieta habitual.

Una variable que incidirá irremediablemente en la alimentación del Homo sapiens para siempre es la tendencia, iniciada en el Paleolítico Medio y continuada en el Paleolítico Superior, hacia un crecimiento continuado de la población. A pesar de la mayor presión sobre los recursos que ocasiona un creciente número de “bocas sabias” que alimentar, creemos que satisficieron sobradamente sus necesidades nutricionales. Al menos esa es la conclusión que se desprende de las esculturas denominadas Venus del Paleolítico.

LAS VENUS DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR

Hay quien cree que las estatuillas de mujeres entradas en carnes y con atributos femeninos exagerados son representaciones simbólicas de algún tipo de culto a la fertilidad. Sin embargo, no puede descartarse la posibilidad de que se traten de esculturas que representen de modo fidedigno la realidad. Las mujeres representadas no sólo no muestran el más mínimo rasgo de malnutrición, sino que parecen sobradamente bien alimentadas, a juzgar por los ribetes de tejido adiposo que lucen en sus caderas.

De ahí que pueda pensarse que el Paleolítico Superior fue una época de alimento abundante. El cazador-recolector sabio no sólo disponía de recursos alimenticios abundantes durante buena parte del año, sino de nuevas tecnologías que optimizaban la obtención de alimento, como es el caso de los propulsores antes citados. Además, desarrollaron el conocimiento técnico para almacenar y conservar los alimentos.

De este modo, el hombre sabio podría mantener sus hermosos depósitos de grasa corporal durante la escasez periódica que les azotaba. En fin, estaban en general bien alimentados.

Venus del Paleolítico

Venus de Willendorf, datada entre 28000 y 25000 a.C

EL FINAL DE LA ÚLTIMA GLACIACIÓN

Hace unos 23000 años tuvo lugar una intensificación del enfriamiento de la última glaciación que duró unos 4000 años. Durante esta época, denominada máximo glacial, en que la mitad de Europa yacía bajo el gélido abrigo de un manto de hielo, los bosques de coníferas y las estepas habían descendido hacia el sur. Sólo en las regiones más meridionales y a orillas del mediterráneo aparecían los bosques caducifolios. En este entorno ecológico el hombre sabio se especializó, más aún si cabe, en la caza.

Una vez terminado este crudo periodo gélido, dio comienzo un cambio climático que traería finalmente consecuencias importantes para el hombre sabio. Se trata del principio del final de la última glaciación. Creemos recordar que la segunda parte de la saga La Edad del Hielo (La Era del Hielo en Hispanoamérica) describe bien esta época. 

El manto de hielo comenzó a derretirse y a retirarse hacia el norte. Las estepas que dominaban buena parte del paisaje europeo antes del máximo glacial, fueron sustituidas por el bosque de coníferas y por el caducifolio. Los grandes herbívoros se vieron obligados a modificar los patrones migratorios y a desplazarse en busca de pastos. Las sociedades superpobladas de sabios se encontraron que las regiones donde antes se agitaba la vida animal, se estaban quedando vacías. Alimentarse les costaría bastante más esfuerzo.

DIVERSIFICACIÓN Y AMPLIACIÓN DE LA DIETA

El ser humano sabio solucionó sus problemas como siempre lo ha hecho. El mayor número de bocas que alimentar acompañado de un empobrecimiento del hábitat tuvo como respuesta:

  • La intensificación de la actividad de obtención de alimento, fundamentalmente de la caza. Es decir, se cazó más. 
  • El desarrollo de nuevas tecnologías, como el arco y las flechas, arpones…

La intensificación ocasionó cambios en la alimentación del Homo sapiens en el Paleolítico Inferior tardío. La disminución de los recursos, resultado inevitable de la intensificación (cazar más), trajo como consecuencia la diversificación y ampliación de la dieta. Se comenzó a consumir una gran variedad de alimentos antes considerados por el hombre sabio menos deseables y apetecibles, tales como el pescado, marisco, etc. A partir de entonces, la dieta contendría, y en cantidad nada despreciable, sobre todo en zonas costeras, la proteína y grasa de animales acuáticos.

Tanto para la intensificación de la obtención de alimento como para la ampliación de la dieta, el Homo sapiens se valió de nuevos avances tecnológicos: arco y flechas, arpones dentados de hueso, anzuelos, azagayas de pesca, etc. 

La alimentación del Homo Sapiens en el Paleolítico

 ALIMENTACIÓN DE ORIGEN VEGETAL EN EL PALEOLÍTICO

Después de la celebración del simposio Man the Hunter, a mediados de los 60, surge la corriente dietética que denominamos “del comedor de carne”. Desde entonces ha existido una creencia arraigada, según la cual el hombre sabio fue esencialmente carnívoro durante el Paleolítico. Los recientes descubrimientos han logrado tambalear los cimientos teóricos de la popular idea.

VEGETALES FECULENTOS

La dieta paleolítica, tan de moda en la actualidad, surge del ruido originado en el célebre simposio. El doctor Lorain Cordain, impulsor principal de la citada dieta, contempla el consumo de vegetales, pero no de aquellos feculentos (ricos en almidón). Esta recomendación no resulta lógica teniendo en cuenta los nuevos hallazgos. 

En latitudes altas de Eurasia o en climas áridos-semiáridos encontrar un vegetal no feculento comestible, máxime en las estaciones frías y/o secas del año, se convierte en un ejercicio de dificultad extrema. Tal vez en algún momento del largo Paleolítico y en la costa mediterránea o en África, el ser humano pudiera optar por consumir frutos, bayas y hojas verdes.

Desde hace años, las excavaciones arqueológicas han demostrado que los hidratos de carbono procedentes de fuentes vegetales feculentas, como tubérculos, rizomas, bulbos y otros órganos de reserva vegetales, han constituido un ingrediente primordial de la gastronomía del hombre sabio.   

GRANOS Y SEMILLAS

Por otro lado, la dieta paleolítica prohíbe el consumo de granos y semillas. Argumentan los paleodefensores que, como consecuencia de la reciente introducción de estos alimentos en la dieta –hace menos de 10000 años, según postulan-, la biología humana no ha tenido tiempo para adaptarse a su consumo. Tal afirmación debería reconsiderarse a la luz de los nuevos descubrimientos.

En yacimientos de la falla de Niassa, en Mozambique, un arqueólogo español de la universidad de Calgary, ha encontrado restos de almidón en diferentes herramientas de piedra, junto a granos de sorgo silvestre (también conocido como mijo grande, maíz de Guinea y Kafir). Este descubrimiento ha conducido a la conclusión de que el hombre sabio ya molía los cereales para obtener la fécula hace más de 100000 años.

Investigadores de la universidad de Florencia han descubierto en yacimientos arqueológicos de Italia, Rusia y República Checa indicios claros del procesamiento de cereales, así como de la confección de pan y gachas hace más de 30000 años.

Cereal silvestre, alimento importante del Homo Sapiens

Cereal silvestre, alimento importante del Homo Sapiens.

Sin duda, estos descubrimientos demuestran la importancia del almidón en la alimentación del hombre sabio. Mayor trascendencia tuvo en latitudes medias y bajas de Eurasia, así como al final de la última glaciación, momento en que se amplió la dieta. Asimismo, los hallazgos prueban que el almidón no era obtenido únicamente a partir de los órganos de reserva vegetales (tubérculos,…), sino de los granos y semillas. 

Los datos chocan frontalmente con el postulado paleodietético de que no estamos adaptados a los cereales porque hace sólo 10000 años que los consumimos.

CONCLUSIÓN

Tal vez los defensores de la paleodieta debieran replantearse sus postulados.

La alimentación del Homo sapiens en el Paleolítico fue tan variable como la de los cazadores-recolectores del presente etnográfico. En ambos casos, la dieta es diversa en función de una serie de variables medioambientales, e incluso demográficas, que determinan la disponibilidad de alimentos.

Aunque las dietas de un cazador-recolector de antaño y uno actual no fueran idénticas, tanto aquellos como los de ahora tienen algo en común, a saber, que sus dietas fueron muy variables en función de un puñado de parámetros ambientales, tales como la altitud, latitud, estación, temperaturas, orografía, precipitaciones, etc.

No comió igual el hombre que habitó las regiones extremadamente estacionales de Europa durante las glaciaciones, donde sin duda se dependió de la carne, que el hombre de la sabana africana durante los estadios interglaciares, donde los recursos vegetales tendrían mayor importancia. Cada hábitat y cada época imponen ciertas limitaciones y proporcionan ciertas oportunidades que condicionan la dieta de los seres humanos.

De ahí que no podamos apoyar la imposición de una monolítica y homogénea dieta paleo, idéntica para todos los paleoseguidores, sin tener en cuenta la gran variabilidad dietética que caracterizó a sabio durante esa época prehistórica.

Por otra parte, de acuerdo con las evidencias aportadas no resulta lógica la prohibición de los vegetales feculentos, las semillas y granos. El hombre sabio los consumió cuando estuvieron disponibles y en proporciones relevantes.

Aquí terminamos. No se pierda el siguiente capítulo de la saga La alimentación del Homo sapiens en el mesolítico. 

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La alimentación del Homo Sapiens en el Paleolítico

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