COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR: FIN DEL MITO

El fin del mito sobre el colesterol y enfermedad cardiovascular
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En la década de los 50 la ciencia responsabilizó al colesterol del importante incremento de infartos que sufrió la sociedad estadounidense. De la gran controversia científica que tuvo lugar salió claramente victorioso el bando de quienes relacionaban el colesterol y la enfermedad cardiovascular (ECV).

Los mensajes de advertencia acerca del temido colesterol no se hicieron esperar. Los medios de comunicación avisaban con insistencia del asesino silencioso, hasta el punto de generar un pánico social en toda regla. Afirmaban que era la peor enfermedad que se había dado en el mundo, con mayor mortalidad que la tuberculosis en su momento o que el cáncer y los accidentes de tráficos juntos en la actualidad. Y culparon al colesterol.

El mito del colesterol se consolidó a lo largo de los años, pese a la resistencia de un estoico sector de la ciencia. Situación de la que salió grandemente beneficiada la industria. 

No obstante, los pilares del dogma comienzan a tambalearse en la actualidad. En este post describiremos cómo surgió el mito del colesterol, cómo fue apoyado en evidencia científica manipulada y en qué se basan quienes, a día de hoy, niegan la consabida relación entre el colesterol y enfermedad cardiovascular.

EL DOGMA SOBRE EL COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Cuando ya se habían controlado las enfermedades infecciosas, una nueva «epidemia» surgía en Estados Unidos. La incidencia de ataques cardíacos entre la población masculina de ese país durante la década de los 50 se incrementó de forma alarmante. El presidente Franklin Roosevelt había muerto en 1945 de una enfermedad cardiovascular y Eisenhower sufrió un infarto leve que le obligó a permanecer hospitalizado unos días.

La ciencia comenzó entonces a interesarse por el fenómeno morboso y surgieron numerosas hipótesis que trataban de explicarlo. Sin embargo, el descubrimiento de colesterol y calcio en las arterias dio un vuelco al asunto. El primero (y no el segundo, cosa muy extraña) se ubicó en el punto de mira de las sospechas.

Se observó que la incidencia de ECV en Estados Unidos era mucho más elevada que en otros países como, por ejemplo, los de la cuenca mediterránea y Japón. Este hecho llevó a algunos científicos a conjeturar que los hábitos dietéticos podrían hallarse en el origen de la epidemia cardiovascular.

Finalmente, el investigador de la Universidad de Minesota, Ancel Keys, postuló que la responsabilidad de la ola de infartos debía atribuirse a las grasas saturadas. Según su hipótesis, las grasas saturadas incrementarían el nivel de colesterol en sangre, el cual sería el causante de los depósitos de colesterol y la obstrucción de las arterias.

La comunidad científica aceptó como más plausible la hipótesis de Keys. Así es cómo este investigador dio comienzo a una serie de estudios observacionales con el objeto de confirmarla.

Colesterol y enfermedad cardiovascular

Infarto e ictus, las dos enfermedades cardiovasculares más frecuentes.

ESTUDIOS DE ALCANCE INTERNACIONAL: COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Ancel Keys llevó a cabo varios estudios a lo largo de una década, en los que participaron decenas de miles de hombres de diferentes países del mundo. Trató de encontrar la relación entre la dieta y el riesgo cardiovascular. Observó grandes diferencias entre países en cuanto al nivel de colesterol en sangre y las relacionó con la ingesta de grasas saturadas. Finalmente concluyó que cuanta más grasa se comía, mayor era la incidencia de infartos de miocardio.

Sin embargo, Keys manipuló los datos de los estudios. Sólo tuvo en cuenta aquellos que verificaban y confirmaban su hipótesis. El resto, es decir, los que no encajaban en su esquema, simplemente los desechó. Este modo de pensar y actuar es muy típico en el ser humano, pero los científicos han tratado de ponerle freno para no distorsionar los resultados de las investigaciones.

Si bien es cierto que en algunos países se comprobó la relación esperada entre el consumo de grasas saturadas, el colesterol en sangre y la enfermedad cardiovascular, en muchos otros no fue así. Por ejemplo, Francia y Finlandia tienen un consumo semejante de grasas saturadas; sin embargo, el primero tiene un riesgo cardiovascular muchísimo menor. ¿Cómo es posible que hubiera una diferencia tan grande en el riesgo con un consumo similar de grasas?

Ante la controversia generada, Ancel Keys realizó un macroestudio que incluyó 29 países. Pretendía zanjar para siempre el debate. Pues bien, aunque encontró correlación entre el colesterol en sangre y el infarto en 7 países, en los restantes 22 no pudo hacerlo. Cualquier científico honesto hubiera mostrado esos datos en sus conclusiones y desechado la hipótesis. No obstante, Keys los ocultó y continuó afirmando la perversidad de las grasas y el colesterol.

Colesterol y enfermedad cardiovascular

 

EL ESTUDIO DE FRAMINGHAM

Así surgió el mito del colesterol, el dogma que ha imperado en la medicina hasta nuestros días y que ha llevado a occidente a la guerra contra las grasas. Tan testarudo se mostraba Keys que llegó a decir “Tengo razón hasta que se pruebe lo contrario”. Tal es la fuerza del ego en algunos. Léase El ego, qué es y cómo nos afecta.

Framingham es una población estadounidense donde se inició una investigación a finales de la década de los 40. Se pretendía estudiar durante 20 años el estilo de vida de una amplia muestra de personas, con edades comprendidas entre los 30 y 59 años.  En la actualidad, el estudio continúa.

Pues bien, las conclusiones iniciales del estudio fueron decepcionantes para quienes postulaban las perversas consecuencias del colesterol. Aunque se descubrió que la hipertensión arterial, diabetes, sedentarismo y tabaquismo son factores de riesgo cardiovascular, no se verificó la relación entre el colesterol y enfermedad cardiovascular. Por si fuera poco, se observó que reducciones del colesterol se asociaban a un incremento de la mortalidad general y cardiovascular

¿Qué sucedió entonces? Se manipularon los resultados, se sacaron de la chistera el concepto de colesterol malo (LDL) y se colocó a éste como factor de riesgo de primer orden para la ECV. 

LA INDUSTRIA SE APROVECHA DE LA RELACIÓN COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Se llevaron a cabo infinidad de estudios sobre las grasas. Se confirmó que la ingesta de grasas saturadas, de origen animal y sólidas a temperatura ambiente, aumenta el nivel de colesterol en sangre. Por el contrario, las grasas poliinsaturadas, procedentes de fuentes vegetales, lo reducen.

La industria aprovechó estas investigaciones para lanzar al mercado los alimentos light, bajos en grasas o sin ellas. También encontró el modo de estabilizar las grasas poliinsaturadas, líquidas a temperatura ambiente (aceites), para hacerlas semejantes a las saturadas. Este proceso industrial es la hidrogenación. De este modo pretendía conseguir productos tan sabrosos como los elaborados con grasa saturada (animal), pero sin ellas para evitar los supuestos efectos nocivos. 

Se presentó como grasa vegetal lo que en realidad era una manufactura artificial. Las nuevas grasas de diseño industrial, también conocidas como grasas trans, se incorporaron a infinidad de productos. Se encontraban en galletas, bollería, masas de pizzas, chocolates, patatas fritas, snacks variados, precocinados, etc.

Dado el pánico que cundía entre la población, los productos sin grasa, los light o con grasas hidrogenadas fueron muy bien recibidos.

A la sazón, no faltaron los científicos, periodistas e investigadores independientes que relacionaron el consumo de grasas trans con el incremento de la incidencia de cáncer. Todos recibieron presiones y persecución, sin excepción.

Por suerte, en la actualidad, en países como Estados Unidos ya se han prohibido las grasas trans. Infinidad de estudios las relacionan con la enfermedad cardiovascular, el cáncer y muchas otras patologías. Le dedicaremos un futuro post en exclusiva a estas grasas. 

Grasas trans

Con grasas trans, de origen vegetal, ya podemos comer de todo sin riesgos (ironía).

LAS GRASAS, EL AZÚCAR Y LOS ESTUDIOS ETNOGRÁFICOS

No pocos investigadores adoptaron posiciones enfrentadas contra el dogma imperante. Y todos, sin excepción, recibieron presiones, acusaciones, perdieron financiación, etc. Algunos basaron sus conclusiones en estudios etnográficos realizados en poblaciones preindustriales con un alto consumo de carne y grasa.

Uno de ellos fue el Dr. George Mann, quien fue profesor de medicina y bioquímica de la Universidad de Vanderbilt, e investigador del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos. Desde 1960 hasta 1970 llevó a cabo estudios sobre el efecto de la dieta en los niveles de colesterol entre poblaciones esquimales, pigmeos y masai. Estas gentes tienen en común su elevada ingesta de grasas saturadas, niveles elevados de colesterol en sangre y su reducida incidencia de enfermedad cardiovascular.

¿Cómo es posible que las cifras elevadas de colesterol en sangre no den como resultado enfermedades cardiovasculares? Mann llegó a concluir que no puede relacionarse la dieta con la enfermedad cardíaca. Postuló que existen otros factores de riesgo y destacó como principal el sedentarismo. Léase El secreto de la salud de las tribus.

También se demostró que cuando una población preindustrial entraba en contacto o adoptaba el estilo de vida occidental, comenzaba en ella a incrementarse la incidencia de la ECV. Concretamente, cuando se hacían más sedentarios y se iniciaban en el consumo de la delicia de occidente: el azúcar.

EL AZÚCAR Y LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Las sospechas sobre el azúcar obligaron a la industria azucarera a financiar numerosos estudios en los 60 que permitieran exculpar a su producto de la plaga de enfermedades cardiovasculares. Al mismo tiempo que se eximía de responsabilidad, trató de atribuirle toda la culpa al colesterol.

El fisiólogo y nutricionista inglés, John Yudkin, profesor del Departamento de Nutrición del Queen Elizabeth College de Londres, estaba convencido de que el azúcar guardaba una estrecha relación con la enfermedad cardiovascular. Defendió esta postura desde finales de los 50 y finalmente publicó en 1972 su célebre obra –Puro, blanco y mortal-, con la que ganó gran reputación internacional.

Sin embargo, la industria azucarera no se dio por vencida. Lanzó un proyecto de revisión de estudios científicos, que le fue encargado a investigadores reputados de la Universidad de Harvard. Estos trataron de desmentir la relación sospechosa entre el azúcar y los ataques cardíacos. Uno a uno fueron cuestionando todos los estudios científicos, difamando a sus autores, encontrando hasta el más mínimo error de diseño, etc.

Creemos que en parte lograron su objetivo. A día de hoy, aunque son muchos los que no se fían del azúcar, se sigue enseñando en el colegio las bondades de este “producto alimenticio”. De hecho, nuestros hijos nos han dicho más de una vez que es bueno para el cerebro y necesario para producir energía y estar fuerte.

Azúcar y enfermedad cardiovascular

Los estudios interesados y financiados por la industria azucarera apuntalaron aún más el dogma del colesterol y la enfermedad cardiovascular.

EL APARENTE FINAL DE LA CONTROVERSIA: LAS ESTATINAS

La controversia continuó en los años 70 con estudios contradictorios. Sin embargo, a finales de esa década tuvo lugar un descubrimiento que modificaría el rumbo de la polémica. Aparentemente, los defensores de la relación entre el colesterol y la enfermedad cardiovascular se alzaban con la victoria.

El científico japonés Akira Endo descubrió las estatinas, sustancia capaz de reducir los niveles de “colesterol malo” o LDL. De la distinción entre colesterol «bueno y malo» hablaremos más adelante. Los estudios posteriores demostraron que la administración de estatinas a personas con riesgo cardiovascular podía reducir hasta un 30% la mortalidad por enfermedad cardiovascular. Asimismo, se verificó que podía disminuir un 30% la tasa de recaídas en personas que habían sufrido un infarto.

Ningún estudio anterior había concluido un efecto tan positivo. Los detractores de la teoría del colesterol se quedaron sin argumentos. La demostración de la relación entre el colesterol y enfermedad cardiovascular parecía definitiva.

DE NUEVO LA INDUSTRIA AL ATAQUE

Los estudios se sucedieron a lo largo del tiempo y, como no podía ser de otro modo, la industria farmacéutica se puso en marcha. Las estatinas se produjeron y se vendieron como rosquillas. Fue un negocio redondo, más aún cuando las cifras normales de colesterol en sangre se fueron reduciendo con el tiempo. A mediados de los 80 se consideraba normal un colesterol en sangre que no sobrepasase los 300 mg/dl. A principios de los 90, cuando nosotros estudiábamos en la universidad, los niveles habían descendido hasta 250. Años más tarde los bajaron a 220, hasta que finalmente quien superase los 200 mg/dl era diagnosticado de hipercolesterolemia y muy probablemente tratado con estatinas.

¿Qué implica este descenso de las cifras de colesterol? Pues que se incrementaba el número de personas con niveles de colesterol elevado y, al mismo tiempo, los beneficios de la industria farmacéutica.

Sin embargo, pese a haber sido derrotados quienes no creían en el dogma del colesterol, un hecho retumbaba en sus consciencias. El 97% de los ensayos clínicos relevantes realizados desde los 80 habían sido promovidos y financiados por la industria farmacéutica.

Estatinas

LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA PUEDE MENTIR Y MINTIÓ

Nadie puede imaginarse que la industria mienta y falsee la realidad, ¿no es cierto? Cuando la salud de las personas se halla en juego, ¿qué desalmado podría engañar? 

En 1999 la farmacéutica Merck Sharp & Dohme (MSD) lanzó al mercado el nada barato Vioxx (Rofecoxib), un antiinflamatorio de última generación que, tras una intensa campaña publicitaria, consiguió un rotundo éxito de ventas. Más de 80 millones de personas lo usaron para aliviar sus padecimientos, previa receta médica. No obstante, en 2004 estalló el escándalo. Numerosos estudios científicos y decenas de miles de denuncias contra la empresa hicieron que el mundo se replanteara la sinceridad de la industria farmacéutica. Se calcula que el antiinflamatorio fue responsable del fallecimiento por infarto o muerte súbita de casi 30000 personas, sólo en los Estados Unidos.

Lo peor de todo es que la justicia demostró que MSD conocía los potenciales efectos nocivos del fármaco. ¡Y antes de su lanzamiento al mercado! Falseó los datos y ocultó los riesgos a conciencia. Aunque la empresa ha debido pagar millones de dólares en indemnizaciones a los afectados, el negocio fue redondo. Ganó mucho más de lo que perdió.

En definitiva, la industria farmacéutica puede mentir. Velar por sus intereses económicos parecer primar sobre el interés de los pacientes.  

La industria miente: el escándalo del Vioxx

NUEVOS ENSAYOS CLÍNICOS SOBRE LAS ESTATINAS

Desde el escándalo del Vioxx, las autoridades sanitarias encargadas de velar por la eficacia y seguridad de los productos farmacéuticos (la FDA en USA y la EMEA en Europa) cambiaron las reglas del juego. Impusieron nuevas normas para la realización de ensayos clínicos. Fue a partir de entonces cuando las estatinas dejaron de ser el maravilloso remedio preventivo contra la enfermedad cardiovascular. ¡Qué raro!

Los estudios que se han ido realizando muestran un panorama muy negativo. Los efectos secundarios de las estatinas son enormes y cada día aparecen más. Pueden producir daños en el sistema nervioso, deterioro de la memoria, trastornos musculoesqueléticos (dolor y debilidad), diabetes tipo II, afección hepática, reducción del placer sexual y cáncer.

Buena parte de estos efectos secundarios se deben a la reducción de los niveles de colesterol generada por las estatinas. Y es que el colesterol, al contrario de lo que nos han enseñado, es bueno e imprescindible para una vida saludable.

LAS BONDADES DEL COLESTEROL

Usted podrá replicar que, en efecto, el colesterol es bueno, pero solo el HDL. El otro colesterol, el LDL, es malo, malísimo, porque es el causante de las enfermedades cardiovasculares. Pues bien, debemos clarificar los conceptos y proporcionar más datos.

HDL VERSUS LDL

La distinción entre “colesteroles” apareció como resultado de la débil correlación entre el colesterol y enfermedad cardiovascular. Se trató de buscar una correlación más fuerte para apoyar el dogma. Las novedosas tecnologías de biología molecular permitieron separar las diferentes fracciones de las lipoproteínas transportadoras de colesterol y asignar a una de ellas el papel de demonio.

Cuando decimos colesterol LDL o HDL no estamos siendo exactos. Tanto el LDL como el HDL transportan colesterol a los tejidos. Pero el colesterol transportado es el mismo, sin diferencia alguna. Sólo existe un tipo de colesterol. LDL y HDL hace referencia a la molécula transportadora del colesterol, que es una lipoproteína (grasa más proteína). LDL es una lipoproteína de baja densidad y HDL, de alta densidad.

La mayor parte del colesterol es producido en el hígado (hasta un 80%) y transportado a lomos del LDL a todas las células del cuerpo. Pero el LDL también porta grasas, antioxidantes y vitaminas liposolubles (A, E, D y K). Grasas y colesterol necesarios para el buen funcionamiento de las membranas celulares. El HDL transporta colesterol sobrante (el mismo, sin diferencia) y otras sustancias de deshecho celular desde las células hasta el hígado (aunque también lo llevan al páncreas y otros órganos). Podríamos mencionar también el IDL, esto es, la lipoproteína de densidad intermedia, que lleva colesterol al cerebro.

Por tanto, no resultan correctos ni justificables los conceptos de “colesterol bueno” y “colesterol malo”. Sólo existe un tipo de colesterol. Y el colesterol es bueno, porque no existiría la vida sin él. La lógica nos dice, por tanto, que no puede ser malo.

Colesterol bueno y colesterol malo

La injustificada teoría oficial sobre el colesterol bueno y colesterol malo.

EL COLESTEROL ES IMPRESCINDIBLE PARA LA VIDA

Sin contar con que el colesterol es necesario para sintetizar hormonas esteroideas, como la testosterona –de ahí que reducir el nivel de colesterol se traduzca en una disminución del placer sexual-, es imprescindible para mantener la integridad de las membranas de las células del organismo. Sin colesterol, las membranas celulares perderían la capacidad de repararse y el resultado no es difícil de imaginar. Por lo que no concebimos cómo puede ser una opción sensata tratar de reducir los niveles de colesterol.

El órgano más rico en colesterol es el cerebro. Y es que juega un papel importante en la función de las neuronas, concretamente en la transmisión del impulso nervioso. Para que el impulso eléctrico pueda circular por los axones de las neuronas, estos deben estar recubiertos por mielina. Pues bien, la mielina es esencialmente colesterol. Disminuir la capacidad del organismo de sintetizar colesterol podría perjudicar la función cerebral.

EL DOGMA «COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR» SE DESMORONA 

Se ha demostrado que una ingesta reducida de grasas y de colesterol dietético no ayuda a reducir los niveles de colesterol. El cuerpo sigue fabricándolo porque lo necesita.

No obstante, la reducción de las grasas saturadas y colesterol en la dieta, junto a un aumento de las grasas poliinsaturadas reduce el nivel de colesterol en sangre. Pero esta reducción no tiene incidencia alguna sobre la prevención de enfermedades cardiovasculares. Al menos esa es la conclusión de la revisión del Minnesota Coronary Experiment, investigación llevada a cabo entre 1968 y 1973. ¿Cómo es posible que un menor nivel de colesterol no reduzca el riesgo de ECV?

Reducir grasas saturadas y aumentar las poliinsaturadas, reduce el colesterol en sangre

Reducir grasas saturadas y aumentar las poliinsaturadas, reduce el colesterol en sangre. 

Pero aún hay más. Existe otra reciente reevaluación (2016) del citado Minnesota Coronary Experiment, que contrasta increíblemente con la anterior. Se demostró que en el grupo de participantes que habían reducido la ingesta de grasas saturadas y colesterol, e incrementado la de poliinsaturadas, se redujo notablemente el nivel de colesterol total. Hasta aquí todo igual, ¿verdad?. Sin embargo, se encontró una gran diferencia: la reducción del colesterol se acompañó de un aumento de la mortalidad. Es decir, cuanto más se redujo el colesterol, más muertes se produjeron.

No se vayan todavía, que aún hay más, como dijera super ratón. En el grupo que no hizo dieta se observó que en aquellos cuyos niveles de colesterol aumentaban, se reducía la mortalidad. O expresado de otro modo, cuanto más se incrementaba el nivel de colesterol menos muertes se producían. ¡Impresionante!

Por cierto, las conclusiones de las revisiones o reevaluaciones permanecieron ocultas durante casi una década y media. ¿Por qué? Y después se publicaron conclusiones diferentes, que alcanzaron escaso reconocimiento. En fin,…

Relación inversa entre el colesterol y la mortalidad

Relación inversa entre el colesterol y la mortalidad.

NUEVAS EVIDENCIAS DESDE JAPÓN SOBRE EL COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Pero llegaron los japoneses. Recientes estudios, realizados por los investigadores Harumi Okuyama y Tomohito Hamazaki, concluyen que cifras más elevadas de colesterol en sangre se relacionan con mortalidad más reducida por cualquier causa, incluyendo el cáncer. Es decir, las mimas conclusiones que se ocultaron en el estudio de Framingham y en el Minnesota Coronary Experiment (incluyendo algunas de sus reevaluaciones). 

Otro estudio publicado en 2015 y en el que colaboraron Yoichi Ogushi y Rokuro Hama, demuestra que la mortalidad por cualquier causa es menor en las personas con niveles más altos de colesterol total y LDL. Afirman literalmente.

“Existe en general una tendencia inversa entre la mortalidad por cualquier causa y los niveles de colesterol total y lipoproteínas de baja densidad (LDL): la mortalidad es más alta en el grupo con niveles de colesterol más bajos. Tendencia que en el caso de las personas mayores es universal. Las personas de edad avanzada con más altos niveles de colesterol tienen las mayores tasas de supervivencia, independientemente de donde vivan en el mundo.”

Tal vez le interese nuestro artículo Las grasas saturadas ¿son buenas o malas? Mitos y verdades. 

REFERENCIAS CIENTÍFICAS

Red Internacional de escépticos del colesterol (THINCS).

El cáncer y la mortalidad por todas las causas son más bajas en los grupos de colesterol total más altos entre las poblaciones generales.

Enfermedad degenerativa neuromuscular y estatinas. 

Arteriosclerosis, insuficiencia cardíaca y estatinas. 

Colesterol bajo y cáncer. 

Versión oficial del Minnesota Coronay Experiment

Versión alternativa Minnesota Coronay Experiment. 

Blog No vuelvo a engordar: Minnesota Coronary Experiment. 

P´REZ&MÜLLER

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4 Comments on “COLESTEROL Y ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR: FIN DEL MITO”

    1. Nos alegra que le haya gustado y resultado interesante. Gracias a usted, José. Un cordial saludo.

  1. Tengo 68 años y un nivel de colesterol total de 325 y no me preocupa, y menos ahora después de leer este interesante articulo, porque siempre he pensado que la industria farmacéutica es maquiavélica y les interesa mas la enfermedad que la salud.
    Cuando Yo era niño, no conocí a nadie que muriera del corazón como hoy día ocurre, y en esa época se utilizaba la grasa de cerdo para cocinar y desde que salió el aceite vegetal aumentaron los infartos.

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