EL EGO: QUÉ ES Y CÓMO NOS AFECTA

El ego: Qué es y cómo nos afecta
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Difícil resulta la labor de proporcionar una definición de Ego que satisfaga a todo el mundo. Es un término que a lo largo de la historia ha recibido diferentes acepciones desde distintos ámbitos del saber. En este post describiremos el ego y sus implicaciones según nuestra peculiar forma de entenderlo.

Qué duda cabe de que nuestra postura no ha surgido de la nada. Antes bien es el fruto del estudio de las diferentes escuelas psicológicas y tradiciones espirituales, así como de nuestra experiencia personal.

A modo introductorio, Ego es un término latino que significa Yo. Así de simple. Algo más complejo resulta analizarlo y, sobre todo, sorprendente, porque al hacerlo encontramos otro Yo. En realidad, existen dos yos, como en la novela de Robert Louis Stevenson -Dr. Jekyll y Mr. Hyde-. Pero no tema. La verdadera relación entre nuestros Yos no es tan dramática como la de la ficción.

Por un lado, encontramos el Ego, motivo principal de este post y, por otro lado, el Yo esencial (como nos gusta llamarlo). Por tanto, hablar del Ego implica necesariamente hablar del Yo esencial. Ambos constituyen otra dualidad con la que convivimos en este mundo. Tanto el ego como el yo esencial coexisten en el ser humano, aunque en un claro desequilibrio: el ego es un Rey que somete al yo esencial hasta convertirlo en un súbdito irrelevante y que, con frecuencia, se convierte en un tirano. Esta polaridad en desequilibrio, como sucede siempre, es origen de sufrimiento.

Antes de desgranar nuestra postura al respecto, y sin entrar en detalles, haremos un recorrido sobre el concepto del ego desde una perspectiva psicológica y filosófica oriental. Aunque ambas posiciones tienen mucho en común, sólo describiremos sus particularidades.

QUÉ ES EL EGO. UNA PERSPECTIVA PSICOLÓGICA

El ego es una construcción mental, que comienza a gestarse desde el mismo nacimiento. A los pocos años ya es una entidad psíquica poderosa con la que nos identificamos plenamente.

El ego es el conjunto de creencias, esquemas, patrones, representaciones, valoraciones, expectativas, actitudes, etc., que posee una persona y que rige la percepción de sí misma, del lugar que ocupa en el mundo, de las personas que le rodean y de la actividad del mundo. Es decir, es un marco de referencia a través del que la persona percibe la realidad, los objetos y los fenómenos físicos y psíquicos.

Ese marco de referencia no nace con el ser humano, sino que se crea durante la interacción social en el seno de una cultura particular. En su mayor parte es creado por el contexto de la experiencia social y en menor medida, por la propia persona. Es decir, nuestra identidad, aquello que creemos que somos, en realidad no es completamente nuestra, sino que nos ha sido asignada por otros.

El ego es un personaje, que se mueve entre bambalinas y permite a la persona ser consciente de sí misma y de su propia identidad. La hace percibirse como un ser separado e independiente de lo que le rodea, así como diferente, autónomo y autosuficiente.

Y afirmamos que actúa entre bambalinas porque, a decir verdad, no conocemos conscientemente la totalidad de nuestro ego. Buena parte permanece inconsciente.

Consciencia de uno mismo, y y percepción de separación e independencia

 

¿EN REALIDAD YO SOY MI EGO? UN ENFOQUE ESPIRITUAL

El ego no tiene existencia en sí mismo. No es más que un ensamblaje de multitud de piezas, que sueltas no son nada y que una vez unidas le otorgamos una carta de naturaleza que en realidad no posee. El ego ha sido construido ladrillo a ladrillo, viga a viga,… y al final aparece ante nuestros ojos como algo real.

Para que lo entienda le pondremos un ejemplo. Imagine un reloj. Parece que es algo en sí mismo, ¿no es cierto? Ahora imagine que lo desmonta y extiende todas las piezas sobre una mesa. Cuando haya terminado tendrá delante de usted un sinfín de fragmentos, de trozos, ya sean tuercas, engranajes, etc. En ese momento hágase la siguiente pregunta ¿dónde está el reloj? No está, no existe. Entonces, por qué afirmamos que el reloj posee una naturaleza propia.

Al ser humano le sucede lo mismo, tanto a nivel físico como mental. Descomponga a un ser humano en cada una de sus partes constituyentes, hasta el nivel subatómico. ¿Dónde estará en ese momento el ser humano? Ahora, escriba en una pizarra cada una de sus creencias, sus actitudes,… Cuando haya finalizado el proceso, mire atentamente la pizarra y pregúntese si eso es usted. La mayor parte de lo escrito ni siquiera es suyo, porque fue implantado en usted por otros. Y lo que usted cree haber añadido conscientemente, en realidad no son más que opciones que otros le ofrecieron. Así que ¿dónde está usted? 

Lo que acabamos de describir es el concepto de vacuidad de las filosofías orientales. Usted no es lo que cree ser. Lo que cree ser no es real, es vacío y no tiene existencia propia. Entonces ¿Qué es usted?

EL YO ESENCIAL

Desde que nacemos comienza la edificación del ego. A medida que va creciendo esa realidad ilusoria se va enmascarando nuestra identidad más íntima y verdadera. Hasta que llega un momento en que perdemos por completo la conexión con la misma.

La analogía de la cebolla es útil para comprender lo que somos. El núcleo de la cebolla es su Yo esencial, y el resto de capas superpuestas, una encima de la otra, es el ego construido a lo lago de la vida.

El Yo esencial es el núcleo central, la parte más íntima y profunda de nuestra identidad. Es el principio verdadero que encontramos cuando hemos ido eliminando la envoltura que lo recubre. Lo hallamos al eliminar con el pensamiento, primero, el revestimiento material o corporal; y, segundo, el recubrimiento psíquico construido al que denominamos ego. En ese momento, se llega a lo más íntimo de nuestro ser, a lo que las Upanisads denominan atmán.

Atman es el ser trascendental, la esencia espiritual del ser humano, su verdadera naturaleza, que lo conecta con todo el universo, con todo lo que le rodea, con la humanidad en su conjunto. Y todo el universo es Brahmán, principio universal, el gran alma del mundo, de la que ha salido todo y sobre la que todo descansa. Brahmán es atmán en nosotros, porque Brahmán y atmán son una sola cosa.  

En el evangelio de Juan, libro tan respetado y admirado por la espiritualidad oriental, se dice que la Palabra (Brahmán) alumbra a todo ser humano que viene a este mundo (atmán). Pero el ser humano no la conoce, porque prefiere la oscuridad (ego).

Yo esencial o atmán

NUESTRA PERSPECTIVA 

Si bien es cierto que el ego es una construcción, no podemos negar que sea real o decir que sea una mera ilusión. Que no posea naturaleza propia o existencia en sí misma, no significa que no exista. Por lo tanto, el ser humano posee un ego y es real

Por otro lado, no es extraño, de hecho, es muy común leer o escuchar sobre el ego como una entidad absolutamente negativa, un enemigo al que debe combatirse con el objeto de erradicar. Nosotros no estamos de acuerdo con tal afirmación. El ego cumple una misión en la existencia que nos ha tocado vivir y lo necesitamos tanto como necesitamos el cuerpo.

No obstante, con frecuencia nos identificamos exclusivamente con el ego, nos enamoramos de él y le permitimos descontrolarse. No reconocemos nuestra más íntima identidad, el Yo esencial, que coexiste de modo inseparable con el ego. Perdemos de vista que somos ego y yo esencial

IMPORTANCIA DEL EGO

El ego constituye un punto de referencia para la persona, con el que se identifica y desde el que percibe, interpreta, responde a la realidad y se adapta a ella. Le permite orientarse, decidir lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, le habilita para enfrentarse a las dificultades y sortear los obstáculos. El ego capacita a la persona para establecer objetivos, diseñar planes, ambicionar y luchar por alcanzar metas, obtener logros y satisfacer deseos. En definitiva, el ego proporciona cierto sentido a nuestra vida.

Tan real como la existencia del ego es que parte de los cimientos de nuestras relaciones sociales lo conforma la lucha de egos. En el vecindario, en el trabajo, en el seno de la familia los egos se enfrentan. Así de triste es. Aunque no todo es lucha. Otra parte de nuestras relaciones se fundan en la cooperación de egos. Una nueva dualidad o polaridad aparece ante nuestros ojos lucha/cooperación.

En un escenario o contexto de lucha, un ego débil será presa fácil para los depredadores con fuerte ego. De modo que una deficiencia de ego puede ser el origen de distintos problemas: baja autoestima, falta de aspiraciones, abandono, evitación, frustración, miedos, complejos, etc.

Así que no debemos despreciar nuestro ego ni pensar que es innecesario para una vida feliz. No sólo es importante, sino que además resulta imprescindible en este mundo tal como está diseñado. El ego nos provee protección, nos permite adaptarnos a nuestro entorno y, sobre todo, resulta el marco de referencia esencial para nuestro desarrollo personal, para nuestra evolución como personas. 

El ego en el desarrollo personal

INCONVENIENTES DEL EGO

El ego nos hace perder la conexión con nuestro Yo esencial. Nos incapacita para descubrir nuestra esencia, idéntica a la del resto de la humanidad. Nos inhabilita para reconocernos en todo lo que nos rodea, en nuestros semejantes.

El ego hace que la persona se perciba como separada e independiente de lo que le rodea, autónoma, diferente y autosuficiente. Aunque esta visión del mundo mediada por el ego pueda ser útil desde el punto de vista operativo, se trata en última instancia de una perspectiva distorsionada de la realidad. Todo lo que existe, desde un objeto inerte a una mariposa se encuentra estrechamente vinculado con el resto de la realidad.

Ninguna persona existe por sí misma, antes bien, vive, respira y su corazón late gracias a complejas redes de interacciones y dependencias que establece con lo que le rodea. Así que separados no estamos y autónomos no somos. Somos parte inseparable de lo que nos rodea.

El ego construye límites y fronteras a nuestro alrededor. Nos proporciona una visión del mundo que nos aleja de nuestros semejantes y nos centra en nosotros mismos. De esta visión del mundo surgen buena parte de los males que aqueja la humanidad.

 

LA EGOLATRÍA

Si bien el ego no debe demonizarse, porque tiene sus ventajas, cierto es que muy frecuentemente llegamos a idolatrarlo. El que idolatra a su ego le da rienda suelta para campar a sus anchas. Y un ego sin control es fuente inagotable de sufrimiento.

Con su visión hiperdeformada de la realidad, la vida del ególatra girará en torno a sí mismo, a sus logros y a la satisfacción de sus deseos. Se identificará con sus éxitos, creerá que se encuentra en posesión de la verdad y se sentirá superior. No tolerará las críticas y las contradicciones. Tenderá a la vanidad, el orgullo y despreciará la generosidad y el altruismo. 

Al ego le cautiva desear, por lo que el ególatra no dejará de hacerlo. Se propone una meta y en cuanto la alcanza, se plantea otra más elevada. Además, al ego le fascina controlar las situaciones y que todo a su alrededor se adapte a sus expectativas. Culpará los demás de lo que le sucede, de sus fracasos. Si no se pone bajo control, como sucede en el ególatra, el ego conduce a un apego excesivo a lo material, al dinero y al poder. Teniendo en cuenta que ni se puede alcanzar ni controlar todo, el ególatra se sentirá vacío, sufrirá insatisfacción crónica, frustración, ira y problemas en las relaciones humanas. Y, por si fuera poco, el ego es fuente de miedo y temor. El ególatra puede tener miedo de no conseguir lo que se propone o, incluso, de perder lo obtenido.

[bctt tweet=»Mientras más fuerte es el ego, mayor es la probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas son los demás. -Eckhart Tolle-» username=»»]

TITANES ESPIRITUALES CON UN EGO PODEROSO

Con frecuencia se tiene una imagen errónea de los grandes líderes espirituales. Es muy común pensar que una persona de gran desarrollo espiritual carece de ego. Nos hemos hecho una representación de los santos como seres que vagan por el mundo con la mirada perdida, que dan testimonio allá por donde van con voz dulce, suave y movimientos apacibles. Seres sin instintos ni impulsos, que han sometido por completo cualquier inclinación física propiamente humana. Personas dóciles y mansas, cuya quietud mental ha anulado toda propensión a los deseos, que carecen de afanes y proyectos. Seres que viven conectados con el universo, que llevan una vida meditativa. En fin,…

Solemos desilusionarnos al darnos cuenta de que una persona que consideramos un líder espiritual se muestra humano. Esperamos presenciar un ángel de luz. Sin embargo, si echamos un vistazo a la historia nos percatamos de que los héroes espirituales fueron revolucionarios.

GAUTAMA BUDA

Siddhartha Gautama (Buda) fue criado por su padre, el rey, como un príncipe con todo tipo de lujos. Se encargó de que adquiriera grandes conocimientos en diferentes ramas del saber. Su padre satisfizo todos sus deseos y necesidades. Le proporcionó un ego poderoso. Pero el ego se caracteriza por su insatisfacción crónica. Cuando Buda tuvo todo lo que se puede tener, sintió un gran vacío (otra de las características del ego) y comenzó a dudar de que la vida solo tuviese un objetivo material. Renunció a todo y se dedicó a llevar una vida errante en busca de la sabiduría ¿Qué otra cosa sino el ego le impulsó a tomar decisiones como esa? Como se habrá dado cuenta, el ego de Buda fue el auxilio para su desarrollo y evolución personal, así que tan malo no es, ¿verdad?

Durante años practicó el ascetismo, la mortificación, y otras técnicas de liberación y unión con Brahmán. Llegó a la conclusión de que ni el ascetismo ni los maestros eran el camino correcto a la sabiduría y la liberación. El camino debía encontrarse en el interior de uno mismo. Así rompía radicalmente con las enseñanzas hindúes tradicionales ¿Era eso ego o no?

Tras su iluminación, Buda no eliminó su ego. Su ego siguió existiendo, aunque adquirió un estatus diferente. Comenzó la predicación de su mensaje, que se extendió a pesar del enfrentamiento con los brahmanes. A diferencia de estos, Buda ofrecía la liberación, pero sin maestros, ritos ni castas. Llegó a formar numerosas comunidades monásticas, fundamentalmente de hombres. Tras aceptar el consejo de su discípulo preferido, Ananda, aunque no sin cierta resistencia, también fundó ordenes monásticas femeninas. ¿Siguió teniendo ego o no?

La predicación de Buda

JEHOSHUA HA MASHIAJ

Según nuestra interpretación de las Escrituras, Jehoshúa no carecía de ego.

Cuando tenía 12 años, sus padres lo llevaron a Jerusalem. De regreso a Nazareth se percataron de que Jehoshua no se encontraba en la caravana. Lo buscaron entre los parientes cercanos que también volvían a casa y no lo hallaron. Tres días más tarde lo encontraron en el Templo, sentado entre los maestros de la ley, escuchándoles y preguntándoles. Hasta ese momento, Jehoshúa había sido ejemplar y obediente, pero sin duda poseía ego. Ahora bien, un ego de estatus diferente.

Jehoshúa muestra un fuerte ego cuando rebate, discute y critica a los fariseos, los escribas  y predica su mensaje, pese a la oposición radical de los doctores de la Ley. Un acontecimiento ejemplar fue la expulsión de los mercaderes del Templo. En la festividad de la Pascua, Jeshoshúa entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban, volcando mesas y sillas. La utilización del recinto sagrado se había desvirtuado, dejando de ser un lugar de oración para todas las naciones para convertirse en una cueva de ladrones.

Curioso también es el hecho de que escogiera discípulos con gran ego. El núcleo central de los apóstoles lo formaron Petros, un tipo rudo e impulsivo; y los hijos del trueno, Jaakob y Jehohanan, que pidieron que lloviera fuego del cielo para que destruyera a ciertos samaritanos. Lo mismo sucede con el fariseo asesino de seguidores de Jehoshúa, Saulo de Tarso, más tarde conocido como Paulos. ¿Será que el ego ayuda en el desarrollo personal? Pues bien, estos apóstoles, y el resto, una vez le dieron a su ego el estatus debido, fueron enviados a todas las naciones para la predicación de la buena nueva.

La predicación de Jehoshúa

SOLUCIÓN AL DILEMA: EGO SÍ O EGO NO

Sin duda, usted se preguntará cómo es posible que los héroes espirituales tuvieran ego. Asimismo, se cuestionará qué hacer con un ego que es bueno y malo al mismo tiempo. Carece de toda lógica que algo pueda ser dos cosas a la vez.

Pues bien, nada ni nadie escapa a la polaridad que caracteriza a este mundo. Así está diseñado y así se lo mostramos. El ego existe y representa uno de los dos polos que constituyen a la persona. El otro polo es el Yo esencial. Ego y Yo esencial son el reflejo de la polaridad cósmica (Yin/Yang) de la que hemos escrito en otras ocasiones. Ser humano significa poseer ego. Tal vez los ángeles no tengan que cargar con uno, pero nosotros no somos ángeles. Estamos obligados a tener un ego coexistiendo con un Yo esencial mientras vivamos aquí. Somos, por tanto, ego y yo esencial.

El problema aparece cuando se encuentran en desequilibrio, cuando el ego actúa sin control y desvinculado del yo esencial.

[bctt tweet=»Como dos pájaros posados en el mismo árbol, amigos íntimos, el ego y el ser, viven en el mismo cuerpo. El primero come los frutos dulces y amargos de la vida, mientras que el último los mira con desapego. -Upanishad Mundaka-» username=»»]

DOS CAMINOS Y NINGUNO VÁLIDO

Hay quien propone escoger entre uno de dos caminos: o el camino del ego o el camino del Yo esencial. O vivir al servicio del ego o hacerlo sometido al Yo esencial. En nuestra opinión, ambos senderos son incorrectos.

La identificación permanente con el ego, asfixia, oculta, enmascara y nos hace perder contacto con el Yo esencial. Sin embargo, éste no desaparecerá, siempre nos acompañará, de hecho, tratará de dar señales de vida, de mostrar su existencia y esto, tarde o temprano, nos causará sensación de vacío existencial.

Y lo contrario es literalmente imposible. No podrá eliminar su ego para vivir de acuerdo con su Yo esencial. Eso es irrealizable. Someterse al Yo esencial sin la ayuda del ego es inviable, porque usted es también ego. Podrá intentarlo, pero será boicoteado una y otra vez por ese ego que usted tratará de exterminar.

Dos caminos: el del ego o el del Yo esencial

EL CAMINO CORRECTO: LA TRASCENDENCIA O INTEGRACIÓN 

La solución no es escoger una de las dos opciones, porque el ser humano es las dos al mismo tiempo. La cuestión es integrar ambos polos.

La inmensa mayoría de las personas viven dominadas por uno de los aspectos de la polaridad: el ego. Se identifican plenamente con él y desconocen su identidad más íntima. En este caso, el ego trae consigo más quebraderos de cabeza que beneficios.

La solución no es eliminar el ego, de hecho es imposible, sino trascenderlo. No hay que buscar destruirlo, sino conectarlo con el Yo esencial e integrarlo en el propio ser. Esa es la diferencia entre el ego de los simples mortales, que actúa sin rienda y a su aire, y el de Buda iluminado o el de Jehoshúa.

Una vez la persona ha conectado su ego y se identifica con su Yo esencial, de la tensión entre ambos polos surgirá la preciosa energía del cambio, de la transformación. Su Yo esencial adquirirá la posición que debe, y usará el vehículo que es el ego para proyectarse en este mundo. El ego abandonará su reinado y ocupará su lugar como príncipe, emisario,… y usted recibirá sabiduría inimaginable y su vida se llenará de luz, paz, amor,…

Pero trascender el ego no es tan sencillo: implica autoconocimiento. Debe conocerse a sí mismo, hacer consciente su ego, aceptarlo, para poder así integrarlo. Debe saber por qué cree, piensa y actúa como lo hace. De dónde procede su modo de ver el mundo. Debe hacerlo para dejar de identificarse con él. Comience a identificarse con su Yo esencial, otórguele la importancia que tiene en su vida. Pero “… esto es otra historia que deberá ser contada en otra ocasión…”

En futuros post escribiremos sobre el proceso de trascendencia del ego. Cómo trascender el ego (I). Ejercicio práctico. 

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2 Comments on “EL EGO: QUÉ ES Y CÓMO NOS AFECTA”

  1. Hola, Humanidad Alfa. Es un artículo interesantísimo con una perspectiva sobre el ego muy cautivadora. Me ha gustado mucho.

    1. Gracias, Arancha. Tanto ignorar la existencia del ego como querer destruirlo son dos grandes errores. Un saludo.

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