Tratar en un solo post las causas de la enfermedad resulta imposible. No puede resumirse en 2500 palabras lo que constituye una rama de la ciencia médica. Sin embargo, creemos que es imprescindible que usted conozca dos conceptos, para que pueda entender algunas afirmaciones que, con frecuencia, hacemos en nuestro blog.
Probablemente, cuando comience a leer se preguntará por qué nos ponemos tan filosóficos. Debe saber que toda ciencia, toda rama del saber se sustenta en un sistema de creencias, en un modo de ver e interpretar el mundo, en una lógica, en definitiva, en un modelo filosófico. Y nosotros no podemos ser menos.
Cuando una persona enferma, siempre se hace la misma pregunta “¿Cuál es la razón?”. Sin duda, conocer las causas de los fenómenos y procesos observables es un impulso natural del pensamiento humano. Tenemos la sensación de que tal conocimiento es una condición necesaria de nuestro razonamiento.
Tratamos de descubrir la causa, o la cadena de causas, que ha dado lugar a una enfermedad porque, en teoría, conocerla permite al terapeuta intervenir sobre ella para modificar el proceso causal y atajar la enfermedad.
Pero existe un tipo de causas que casi siempre se pasa por alto.
LA ETIOLOGÍA O CIENCIA DE LAS CAUSAS DE LA ENFERMEDAD
¿Cuál es la razón de que una persona esté enferma? De este interrogante, tan humano, surge la rama de la ciencia médica que estudia las causas que originan la enfermedad: la etiología (del griego aitiologia: dar una razón).
Todo sistema médico, en cualquier época y parte del mundo, ha buscado las causas de la enfermedad, con el objeto de poder actuar sobre ellas y prevenir o tratar los padecimientos humanos.
Sólo al fundador de la homeopatía, Samuel Hahnemann –y a sus fieles seguidores en la actualidad- le importaban poco las causas. Centraba toda su energía en la recopilación de signos y síntomas, con la intención de hallar el remedio sanador.
Para la medicina tradicional china, por ejemplo, las causas se dividen en tres grandes clases. Las causas externas –seis excesos climáticos-, las causas internas –excesos de los 7 sentimientos- y las causas ni externas ni internas –infecciones, mala alimentación, traumatismos, sedentarismo, alteración del sueño, etc.-.
La medicina oficial también clasifica las causas en endógenas –el origen se encuentra dentro de la persona-, exógenas –la causa debe buscarse en un agente exterior, como las bacterias- y ambientales.
LAS CAUSAS DE LA ENFERMEDAD EN EL PASADO
Casi todos los sistemas de clasificación tienen algo en común: describen las causas de la enfermedad como factores que se encuentran en el pasado.
Para un sarpullido, una digestión pesada, un trastorno de ansiedad, una depresión, una artritis reumatoide o un cáncer de próstata se buscan causas en un tiempo pretérito. Se encuentren o no, la búsqueda se centra en exclusiva en el pasado. Se interroga al paciente sobre sus padecimientos pasados, sobre los de sus ascendientes, sobre cómo comía, bebía, dormía, se movía, etc.
Según este modelo causal, una amigdalitis, por ejemplo, podría ser el resultado de la actividad patógena de un germen; o bien de la combinación de esa actividad, con un sistema inmunológico deprimido y un agente ambiental -como la exposición al frío-. Así obtenemos un proceso causal, que operó en el pasado para dar lugar a la aparición de la infección e inflamación de las amígdalas.
Otro ejemplo más. Suponga que unas horas después de comer se encuentra muy molesto porque su abdomen se ha hinchado en exceso. Sin duda buscaría la causa o la cadena de causas en el pasado. Pensaría en que su padecimiento se debe a que ha comido muy rápido, o a deshoras. Tal vez sospeche que se trata de la consecuencia del estrés acumulado, de una mala combinación del alimento o de que el alimento estaba en mal estado. Quizá podría incluso pensar en su flora intestinal, en su hígado, etc.
Sobre las causas en el pasado podríamos seguir escribiendo, pero estamos convencidos de que comprende el modelo. Nuestra mente está perfectamente estructurada para buscar, interpretar y describir causas pasadas para fenómenos futuros.
SOBRE LAS CAUSAS DE LA ENFERMEDAD EN EL FUTURO
Pero existe otra perspectiva que usted debe conocer. Otro modelo causal casi desconocido en la actualidad: la causalidad desde el futuro. Sí, sí, lo ha entendido bien: se pueden descubrir causas en el futuro para explicar la enfermedad.
No nos cabe duda de que en este preciso instante debe estar desconcertado. O tal vez pensando que este post no trata de ciencia de la salud, sino de ficción de la salud, ¿no es cierto?
Se preguntará cómo es posible que una causa se encuentre en el futuro, cuando el efecto ya ha tenido lugar. ¿Cómo puede ser que una enfermedad que aparece y se desarrolla en el presente pueda tener su origen en el futuro? Ni los guionistas de Interestelar tuvieron tanta imaginación, 😆
Pues bien, no somos los primeros en afirmar que existen causas futuras ni seremos los últimos. Ya Aristóteles –filósofo griego del siglo IV a.C- describía 4 causas en su teoría sobre la causalidad y una de ellas siempre se encuentra en el futuro.
Las tres primeras operan en el pasado:
- Causa efficiens (el impulso, la energía).
- La Causa materialis (la materia).
- Causa formalis (la forma).
Y la última, en el futuro:
- Causa finalis (el propósito).
EL EJEMPLO CLÁSICO
Para que lo entienda bien, le proponemos el clásico ejemplo. Suponga que usted quiere construir una casa de campo. La causa efficiens de la construcción sería la mano de obra y la inversión económica. Los ladrillos, las vigas, la madera, etc., constituirían la causa materialis. Y la causa formalis serían los planos diseñados por el arquitecto. Se deben dar las tres causas para que la casa de campo de sus sueños se haga realidad. Si falla alguna, la casa no se llevará a cabo.
Pero falta una causa, la más importante -en nuestra opinión-, a saber, su voluntad, su deseo, su propósito de construir una casa. Esta sería la causa finalis de Aristóteles. Sin el propósito de levantar una casa, el resto de causas ni siquiera habrían aparecido. De hecho, podría afirmarse que el propósito es el origen del resto de causas. Y el propósito opera desde el futuro.
OTROS EJEMPLOS DE CAUSAS DE LA ENFERMEDAD EN EL FUTURO
A continuación, le formularemos una pregunta: ¿cuál es la razón o causa de que nosotros, en este preciso momento, estemos escribiendo este post? Podría responder que una de las causas es la creación del blog, la inversión económica, nuestro ordenador, o bien la existencia de internet y la World Wide Web (www), o tal vez nuestro conocimiento, etc. Sin embargo, existe una causa verdadera, la reina de las causas, podría afirmarse, que no es otra que nuestro propósito de escribirlo para proporcionarle a usted información que pueda serle valiosa. Y ese propósito futuro opera sobre nuestra labor en el presente.
Muchos otros ejemplos pueden extraerse de nuestra vida cotidiana. Suponga que usted les compra un regalo a sus padres, porque en unos días celebran su aniversario. ¿Cuál es la causa o la razón de haber comprado un regalo? Podrá encontrar causas en el pasado, no nos cabe duda; sin embargo, el hecho de comprar el regalo tiene su causa principal en el futuro.
CAUSAS PASADAS Y FUTURAS
También es posible encontrar ejemplos en los que ambas causas, pasadas y futuras, se encuentran combinadas. De modo que ambas causas no se excluyen, sino que se complementan.
Por ejemplo, suponga que usted castiga a su hijo. Ahora pregúntese por las causas del castigo. El fenómeno (castigar) puede tener su origen en el mal comportamiento del retoño. En este caso, la razón o causa se encuentra en el pasado. Pero la razón también puede hallarse en su voluntad o propósito de proporcionarle una correcta educación, de enseñarle un camino futuro de rectitud.
Piense detenidamente sobre lo siguiente. Ambas opciones, ambas causas del castigo, son verdaderas, no se excluyen, sino que se complementan. Usted castiga un mal hecho del pasado por una buena causa futura. Sin embargo, el castigar la mala conducta se relaciona más con el plano material. Sin embargo, la voluntad de corregir se asocia indudablemente con el plano mental/espiritual. Usted castiga un hecho, objetivo, palpable, pero con el castigo trata de educar en valores y principios.
LA MAYOR IMPORTANCIA DE LA CAUSA FUTURA
Volvamos al ejemplo de la construcción de la casa de campo. Suponga que usted tiene el firme propósito de construir la casa de sus sueños. Sin duda, tarde o temprano, terminará haciéndolo. Puede que le quiten los ladrillos, pero la hará de madera. Es posible que no le den el permiso de obras porque los planos no se adecúan a la normativa, pero diseñará unos nuevos. Puede que no tenga el dinero suficiente para levantarla, pero ahorrará, minimizará gastos, aprenderá a hacerla usted mismo, etc.
Si el propósito (causa futura) no existe, ninguna de las causas pasadas verá la luz. Sin embargo, si el propósito es firme, aunque se eliminen las causas del pasado, usted encontrará la forma de llevar a cabo su voluntad. Tarde más o menos, sin duda encontrará otras causas pasadas para realizar su propósito.
¿Qué queremos decir con esto? Si realmente la enfermedad tiene un propósito, usted podrá hallar y eliminar las causas (pasadas), y así hacer desaparecer los síntomas, pero no habrá acabado con la enfermedad. Sólo logrará postergarla, pero no acabará con ella. La enfermedad es tan flexible que encontrará nuevas causas para poder manifestarse y realizar su propósito.
Por lo tanto, ¿qué es más importante: el propósito (causa futura) o el resto de causas en el pasado?
EL DESTIERRO DE LAS CAUSAS FUTURAS
Ambas concepciones de la causalidad se han complementado durante siglos, aunque la causa futura (o finalis) fue perdiendo valor a partir del Renacimiento.
Actualmente, y desde hace más de un siglo, la ciencia natural ha desterrado por completo la idea de causas operando desde el futuro. Esta perspectiva sólo sigue vigente en la ciencia filosófica y en algunas ramas de las terapias naturales. De ahí que la mentalidad del ser humano occidental, adiestrada según el modelo de la causalidad de las ciencias naturales, se encuentre incapacitada para concebir la existencia de causas futuras.
Nuestra percepción lineal del tiempo y nuestra identificación total y absoluta con el cuerpo material son los responsables de esta concepción de la causalidad. Nosotros pensamos el tiempo como una línea: pasado-presente-futuro. En algún punto de la línea temporal vinimos al mundo y a lo largo de ella crecimos, maduramos y comenzamos a envejecer. Desde esta perspectiva, somos un cuerpo físico que se transforma a lo largo del tiempo, de modo que cualquier trastorno que hoy sufrimos es el resultado indudable de algún factor (o combinación de factores) que tuvo lugar en el pasado.
SOMOS MÁS QUE CARNE Y SANGRE
No obstante, el ser humano es más que cuerpo. Somos también mente y espíritu. Aunque ambos aspectos se manifiestan en el mundo macroscópico de los fenómenos, no pertenecen a él. El espíritu y buena parte de nuestra mente no se encuentran en la dimensión espacio-temporal. Así lo creía Carl Gustav Jung:
[bctt tweet=»…el inconsciente no tiene tiempo. No hay problemas acerca del tiempo en él. Parte de nuestra psique no está en el tiempo ni en el espacio. Estos son solo una ilusión, tiempo y espacio, y así en cierta parte de nuestra psique el tiempo no cuenta para nada. – C. G. Jung-» username=»»]
A estas conclusiones llegó el ilustre psiquiatra y psicólogo suizo tras estudiar y analizar numerosos casos de sincronicidad. Léase nuestra trilogía (empiece por SincroArmonía cuántica 1ª parte). Concluyó que ciertos fenómenos son inexplicables a partir del modelo causa-efecto.
No seremos nosotros los que dudemos de la existencia del espacio y del tiempo. En nuestra existencia macroscópica, el tiempo y el espacio constituyen un marco de referencia inevitable y extremadamente útil. Sin embargo, en el mundo de las partículas subatómicas, es decir, en lo más íntimo y profundo de cada ser humano, el espacio y el tiempo se diluyen. De ahí que, en ese mundo fantasmagórico, donde la lógica no funciona, resulta imposible defender la línea del tiempo, así como tratar de determinar las causas pasadas con certeza. Y, por si fuera poco, en ese abismo de locura, en ocasiones el efecto precede a la causa.
Por tanto, el espíritu y una parte de la mente, sin limitaciones espacio-temporales, pueden atraparnos en el pasado, hacernos vivir el momento presente o atraernos e impulsarnos desde el futuro. Usted elige.
PERO, VAYAMOS AL GRANO
Dejemos de filosofar y de rizar el rizo y seamos prácticos. Nuestra intención es que se plantee que la enfermedad pudiera tener una causa final, es decir, que pueda explicarse a través de una causa que opera desde el futuro. Expresado con otras palabras, le sugerimos que contemple la posibilidad de que la enfermedad tenga un propósito.
Pero, ¿será el propósito de la enfermedad malo? La respuesta es no, aunque nos lo pueda parecer. La enfermedad es, en realidad, el camino que debe andar la persona para aprender y evolucionar. No debemos considerarla un obstáculo ni algo que debe combatirse. Antes bien, deberíamos ser conscientes de que su propósito es ayudarnos a cambiar, a transformarnos, a evolucionar. Y sólo cuando su propósito se haya alcanzado, la enfermedad desaparecerá.
LA ENFERMEDAD COMO ALIADO
Hipócrates veía un propósito en la enfermedad. Para el padre de la medicina, la enfermedad no era otra cosa que la expresión de la fuerza curativa de la naturaleza en su intento de devolver el equilibrio y enseñar a la persona el verdadero camino.
Un buen amigo es aquel que por amor nos dice la verdad, ¿no es cierto? Pues la enfermedad, a través de sus síntomas, nos la revela sin tapujos. Y no sólo eso, sino que nos obliga a corregirnos. Es una amiga fiel, pero severa. Llama a la puerta e insiste para que le prestemos atención. A través de los síntomas nos dice: “eres un desequilibrado”, nos devuelve al equilibrio y en el proceso nos enseña cómo hacerlo. Sin embargo, somos testarudos, nos enfadamos con el fiel amigo que viene a ayudarnos y lo alejamos de nuestra presencia. Preferimos cerrar los ojos y hacer oídos sordos, a enfrentarnos con la verdad.
Hay quien contempla la enfermedad como la manifestación de la lucha del organismo contra las toxinas. En este caso, los síntomas nos dicen: “estás hecho un guarro por dentro, pero no te preocupes porque voy a limpiarte y a enseñarte cómo hacerlo”. ¡¡Pero no!! No dejamos que nos limpie, porque la limpieza molesta. Y mucho menos nos permitimos aprender.
También existen quienes creen que todo proceso morboso cumple la finalidad de hacernos más completos, más perfectos. En esta ocasión, y por medio de los síntomas, la enfermedad nos dice: “tu ego se desborda y vas por mal camino, de modo que voy a darte una cura de humildad”. ¡Ni por esas! Somos duros de cerviz y, aun doblegados, resistimos con orgullo hasta el final, tapándole la boca una y otra vez a nuestro fiel aliado y sin intentar siquiera comprender lo que viene a enseñarnos.
EL LENGUAJE DE LA ENFERMEDAD
Si llegados a este punto nos hemos convencido de que la enfermedad nos ayuda y su propósito es enseñarnos y corregirnos, ahora es el momento de aprender su lenguaje. Porque no nos habla con palabras, sino a través de símbolos. Pero “…esto es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión…”
P´REZ&MÜLLER
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2 Comments on “SOBRE LAS CAUSAS DE LA ENFERMEDAD”
Jamás imaginé una perspectiva semejante, pero tiene mucho sentido. El problema es comprender el mensaje que nos trae la enfermedad a través de los síntomas. Espero ese post. Un saludo y enhorabuena Humanidad Alfa y P,rez&Müller.
Muchas gracias, Sophie. En un futuro proporcionaremos las directrices para aprender el lenguaje de los síntomas y tratar de descifrar el propósito de la enfermedad. Un saludo y Feliz Navidad.