DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO

Dieta del homo sapiens en el neolítico
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Ahora es el momento de abordar la última y más importante transición alimentaria: la que dio lugar a la dieta del homo sapiens en el neolítico.

Aunque en la alimentación humana actual podemos encontrar la huella de todas las transiciones alimentarias, la ocurrida en el neolítico ha sido la de mayor impacto.

A decir verdad, no la consideraríamos la última transición, si contáramos como tal la acaecida hace en torno a un siglo. Nos referimos a la industrialización de la alimentación. Pero, ¿realmente son alimentos los productos industriales para tener en cuenta dicha transición como alimentaria? ¿No sería mejor denominarla «transición tóxico-ponzoñosa?

En fin, de esto escribiremos más adelante. 

Vayamos al grano. La dieta del homo sapiens en el neolítico dio un giro radical. Consistió en el abandono progresivo de la caza-recolección y la introducción de la domesticación de animales y plantas silvestres.

La información que presentamos a continuación nos permitirá seguir construyendo esa dieta perfecta que tanto anhelamos conocer. Se trata de una nueva prueba más de que la característica principal del ser humano en cuestiones dietéticas no es una constitución genética dictando lo que debe comerse, sino una extraordinaria flexibilidad adaptativa que le ha permitido sobrevivir en los más diversos entornos y las más radicales situaciones.

RECAPITULEMOS BREVEMENTE

Hace unos 2.500.000 de años, en lo que se ha llamado la primera gran transición alimentaria, la mayor dependencia de los vegetales de los homínidos arcaicos dio paso al omnivorismo oportunista del hombre hábil. El ser humano habilidoso dejó atrás la subsistencia basada fundamentalmente en la recolección y adoptó un modo de vida cazador-recolector.

Más tarde, el cazador por excelencia, el hombre erecto, protagonizó la segunda gran transición alimentaria. Este ser humano amplió y diversificó su dieta notablemente gracias al uso del fuego. Al mismo tiempo, los alimentos procedentes de fuentes animales adquirieron un papel esencial en la dieta. Una dependencia de la carne tanto mayor cuanto más alejado del ecuador fuera el hábitat del ser humano.

La tercera transición tardaría mucho en llegar y vendría de manos del hombre sabio durante el mesolítico. En ese período de tiempo se ampliaría extraordinariamente el espectro de productos alimenticios (prácticamente se comía hasta las piedras), otorgando a los vegetales la trascendencia perdida millones de años antes.

Como hemos venido precisando a lo largo del tiempo en diferentes artículos, las causas de cada una de estas transiciones alimentarias no tienen que ver con una elección basada en preferencias, gustos, inclinaciones, genes, etc. Por el contrario, son el resultado de la inapelable influencia de factores climáticos y ecológicos, por un lado, y factores demográficos (aumento de la población), por otro. Las razones de las tres primeras transiciones son fundamentalmente ecológicas, aunque la demográfica siempre estaría presente y adquiriría mayor relevancia con el paso del tiempo.

ORIGEN DE LA DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO

La causa de la última gran transición alimentaria, ocurrida durante el Neolítico, está relacionada casi por completo con factores de índole demográfica. La población siguió creciendo gracias a las novedosas estrategias y modos de conseguir alimento del mesolítico. Pero llegó el momento en que comenzamos a ser demasiados y la caza-recolección dejó de ser un modo de subsistencia eficaz para alimentar tantas bocas.

Durante el mesolítico se había intensificado mucho la actividad para obtener alimento y el medio llegó a deteriorarse más aún. En estas circunstancias sólo quedaban dos posibles opciones para la supervivencia:

  • Emigrar y buscar nuevos hábitats, más ricos en recursos. 
  • O bien avanzar hacia un nuevo modo de subsistencia

El hombre sabio que decidió no emigrar tomó partido por la segunda alternativa. Así que hace más o menos unos 10000 años en Oriente Próximo no hubo más remedio que lanzarse de lleno a la domesticación de plantas silvestres y animales salvajes. En latitudes más septentrionales se resistieron al cambio y esta revolución no tendría lugar hasta más tarde.

Dieta del homo sapiens en el neolítico

DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO: EN BUSCA DE SEGURIDAD

Como hemos mencionado en otros post, el cazador-recolector se enfrenta a un riesgo permanente: la escasez. La disponibilidad de alimento varía a lo largo del año y trae como resultado periodos de escasez y hambre.

La agricultura y la ganadería y/o pastoreo resulta una solución viable para la escasez estacional. El modo de subsistencia agrícola y ganadero proporciona una mayor seguridad porque incrementa notablemente la producción de alimentos. Este hecho genera alimento excedente que puede ser almacenado (sobretodo, los cultivos son fácilmente almacenables). Sin duda, tener reservas permite hacer frente a los periodos de escasez estacionales característicos de los cazadores-recolectores.

No obstante, la seguridad no es la razón principal de la transición a la dieta del homo sapiens en el neolítico. El hombre sabio pudo haber abandonado la caza-recolección mucho antes y no lo hizo. Tenga en cuenta que la domesticación de los animales se conocía desde finales del paleolítico. Y la domesticación de las plantas desde el mesolítico. Entonces, ¿por qué continuó el hombre sabio cazando y recolectando, si la agricultura y ganadería le proporcionaban más seguridad?

COMO SIEMPRE: EL CÁLCULO RACIONAL

Millones de años de subsistencia eran prueba suficiente para el hombre sabio de que el modo cazador-recolector resultaba lo más eficaz. ¿Para qué cambiar, si cazar y recolectar garantizaba de forma óptima la supervivencia? Sin embargo, llegó el día en que comenzó a no ser tan eficaz para alimentar tantas bocas.

La agricultura y la ganadería producen mucha más energía por unidad de superficie de la que jamás se obtuvo por medio de la caza y recolección. Si la multitud de hombres sabios querían conservar el bienestar o la calidad de vida (sobrevivir, en definitiva) debían cambiar radicalmente su modo de subsistencia.

El deterioro ambiental a finales del mesolítico, resultado del cambio climático y de la intensificación en la obtención de alimento, junto con el incremento imparable de la población trajo como inevitable consecuencia la pérdida del bienestar. De seguir con la caza y recolección la dieta habría perdido irremisible y extraordinariamente su calidad. La supervivencia se habría visto comprometida.

Por tanto, la transición alimentaria es el resultado de una decisión racional (sin genes de por medio) basada en la relación costes/beneficios. Una decisión motivada por presiones ecológicas y, sobretodo, demográficas.

Domesticación de plantas silvestres y animales salvajes

DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO: ANIMALES Y PLANTAS DOMESTICADOS

A diferencia de sus antecesores, el homo sapiens del neolítico apenas cazaba ni recolectaba. Su subsistencia se basó en la producción de carne y vegetales (principalmente, cereales y legumbres), gracias a la domesticación.   

En Oriente Próximo se domesticaron plantas como el trigo, la cebada, las lentejas y los guisantes. En China se domesticó el arroz y en América, especies como el maíz, las judías, la quinoa, el amaranto, las habas, la patata, etc.

Las especies animales domesticables en Oriente Próximo fueron numerosas: la cabra, la oveja, el cerdo, el asno, el buey y la vaca. Dichos animales eran apreciados no sólo por su carne, sino por sus excrementos, piel y fuerza de tracción

En América el hombre sabio no corrió la misma suerte. Apenas quedaron especies a las que domesticar, como consecuencia de la gran extinción de finales de la última glaciación, considerablemente más acentuada que la ocurrida en el Viejo Mundo. De ahí que sólo pudieran domesticarse animales con un menor rendimiento productivo. En Sudamérica se domesticaron especies como la alpaca y la llama, que no eran muy útiles para la tracción ni para la producción de leche. En Mesoamérica se domesticó el pavo, exclusivamente estimado por su carne.

El resultado fue un dieta basada fundamentalmente en cereales, legumbres y algunos tubérculos. En menor medida, debido a su coste de obtención, el homo sapiens también se alimentó de carne.  

Aunque el consumo de leche y sus derivados durante el neolítico ha sido debatido desde antiguo, los nuevos datos apuntan a su enorme importancia en la dieta. Parece ser que las comunidades de hombres sabios comenzaron a producirla y consumirla en cantidades nada despreciables desde el inicio de la agricultura y en cuanto domesticaron los primeros animales. 

POSIBLES CONSECUENCIAS PARA LA SALUD DE LA DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO

Un postulado se repite como un mantra desde hace años, fundamentalmente por parte de los defensores de la dieta paleo. Se trata del deterioro de la salud del homo sapiens, como resultado de los efectos dañiños y especialmente perjudiciales de la dieta neolítica. Valiéndose de la reiteración e insistencia, acompañadas de una escogida evidencia científica, han logrado convencer a muchos.

CAMBIOS GENÉTICOS DE LOS CEREALES DOMÉSTICOS

Según el inmunólogo francés Jean Seignalet, el sistema digestivo del homo sapiens no pudo adaptarse a los acelerados cambios en la dieta neolítica operados por la domesticación. La dotación genética de las especies vegetales domesticadas (cereales) varió tanto en tan poco tiempo que las enzimas digestivas resultaron inservibles para su correcta digestión. Y esta variación genética del alimento básico constituyó una de las principales causas de los males que aquejaron los individuos de aquellas sociedades neolíticas. Lea nuestro post sobre la dieta hipotóxica de Seignalet. 

Transformación del maíz, alimento básico en la América neolítica

Transformación del maíz, alimento básico en la América neolítica.

A decir verdad, tuvo lugar una importante y rápida transformación genética, anatómica y comportamental tanto de las especies vegetales como animales domesticadas con respecto a sus antepasados salvajes. A nadie se le escapa que un perro y un lobo difieren notablemente, no sólo en su apariencia, sino en el esqueleto, tamaño y en su conducta. Lo mismo ocurre entre una cabra y un muflón, entre una vaca y un uro, entre un cerdo y un jabalí, etc. Las diferencias entre las especies vegetales domésticas y salvajes son aún más marcadas que las existentes entre los animales.

LA INTOLERANCIA A LA LACTOSA

Por otra parte, tanto Seignalet como muchos otros investigadores afirman que la constitución genética del homo sapiens no contaba a la sazón con instrucciones que permitieran el consumo de leche. En aquella época ningún ser humano producía las enzimas necesarias para su digestión. Por tanto, la intolerancia a la lactosa debe tenerse en cuenta como causa del deterioro de la salud sufrida por las gentes del neolítico. 

En un futuro post abordaremos esta perspectiva y veremos si la salud humana en el Neolítico sufrió realmente un empeoramiento respecto a épocas anteriores. Además, analizaremos si el deterioro pudiera atribuirse en exclusiva a estos hechos (variación genética del cereal y la introducción de la lactosa). También trataremos de examinar la facultad adaptativa humana ante cambios rápidos de la alimentación. Es decir, la posibilidad o no de que el hombre pudiera adaptarse a la rápida transición alimentaria ocurrida en el Neolítico.

Reproducción de un biberón del 7000 a.C., hallado en una tumba infantil del neolítico en Alemania.

Reproducción de un biberón del 7000 a.C., hallado en una tumba infantil del neolítico en Alemania.

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Según lo expuesto hasta el momento, pareciera que la transición alimentaria sólo ofreció ventajas, ¿no es cierto?  Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. 

Si pasamos por alto lo afirmado por Seignalet (y muchos otros investigadores), la dieta del homo sapiens en el neolítico presentó dos importantes inconvenientes. 

Por una parte, si bien es cierto que con el nuevo modo de producir alimento se obtiene más energía por superficie de terreno, la caza y recolección obtiene más energía por unidad de energía invertida. Dicho de otra manera, la adopción de la agricultura y la ganadería, aunque permitió alimentar un mayor número de bocas hambrientas, implicó mayor trabajo y la inversión de una mayor cantidad de esfuerzo

Por otro lado, al tiempo que se incrementaba la producción, se reducía notablemente la diversidad alimentaria. Pese a que la caza y recolección nunca se abandonó por completo, sí llegó a convertirse en una actividad residual, de modo que los agricultores/ganaderos se centraron en el cultivo de un puñado de especies y renunciaron a un sinfín de variedades vegetales y animales que anteriormente formaban parte habitual de sus dietas.

Inicialmente, la revolución neolítica fue una gran solución para el estómago del hombre sabio; sin embargo, los problemas alimentarios no tardaron en llegar. El extraordinario aumento en la producción de alimentos resultó en un importante y sostenido crecimiento de la población a lo largo del todo el periodo neolítico, lo cual trajo consigo nuevos problemas para la subsistencia. Al mismo tiempo que la densidad de población aumentaba, lo hacía la presión sobre los recursos alimenticios. La solución como siempre fue la intensificación de la producción y los avances tecnológicos, que tendrían lugar en el periodo llamado Calcolítico o edad del cobre.

CONCLUSIÓN SOBRE LA DIETA DEL HOMO SAPIENS EN EL NEOLÍTICO

La dieta del homo sapiens en el neolítico fue el resultado de la cuarta gran transición alimentaria. Transición cuyo origen no debe buscarse en los genes ni en preferencias o gustos caprichosos, sino en la adaptación humana a presiones esencialmente demográficas.

Por tanto, la novedosa evolución dietética es el resultado de la excepcional flexibilidad adaptativa del ser humano

La transformación alimentaria presentaba una doble cara. Por un lado, incrementó la posibilidad de supervivencia del homo sapiens. Pero, por otro lado, trajo consigo una indudable pérdida de la calidad de vida. Pese a la mayor producción de alimento, la alimentación neolítica requería una mayor inversión de trabajo y trajo como consecuencia una notable pérdida de la diversidad alimentaria

En cuanto a las tan trilladas (por los paleodietistas, esencialmente) consecuencias sobre la salud de la dieta del homo sapiens en el neolítico escribiremos próximamente. 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bueno para comer, de Marvin Harris

La alimentación: la tercera medicina, de Jean Seignalet. 

P´REZ&MÜLLER

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